CANGAS DE ONÍS

La primera vez que estuve en Amieva para conocer como era mi destino, pensé: yo renuncio

Fue médico de Amieva durante 13 años y otros 23 en Cangas de Onís. Liaño se jubiló.


José Miguel Liaño estuvo 13 años de médico en Amieva y se acaba de jubilar tras ejercer otros 23 en Cangas de Onís

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José Miguel Liaño tenía 28 años cuando descubrió Amieva, el que sería su primer destino como médico rural, después de aprobar las oposiciones. 

Pongámonos en situación: agosto de 1980, un madrileño, su mujer y un amigo, se plantan en Asturias para conocer lo que en los papeles ponía que se trataba de un destino de 1.500 habitantes. «Hicimos noche en Oviedo y al día siguiente llegamos a Cangas de Onís, era un día de esos de orbayu, gris... Recuerdo que paramos en el Río Grande y preguntamos que por donde se iba a Amieva. “Amieva..., es una aldea que está en la montaña, por la carretera del Pontón”, nos dijeron, y ya nos mosqueó, porque una aldea de 1.500 habitantes sonaba raro», recuerda el médico. «Enfilamos la carretera del Pontón. Yo, acostumbrado a los pueblos de Castilla –ejerció antes de opositar en Riego del Camino y Friera de Valverde, ambas localidades en Zamora–, cuando empezamos a subir entre peñas por aquella carretera, como era entonces... Llegamos a Vega de Cien y volvimos a preguntar. Allí ya nos dijeron que doscientos metros más arriba nos desviásemos a la izquierda, y eso hicimos en Ceneya, si la carretera del Pontón, a los tres ya nos parecía tremenda, que decir tiene que subir hasta Amieva ya fue algo surrealista, y que aquella carretera diera servicio a 1.500 habitantes ya era bastante raro. Cuando llegamos y el coche se nos caló en aquella pendiente que hay en medio del pueblo, lo primero que pensé fue: yo renuncio».

José Miguel Liaño, “Liaño”, como le conocen en media Comarca, se acaba de jubilar; cumplió 65 años el pasado sábado, 5 de noviembre, y el próximo viernes, 11 de noviembre, se cumplirán 36 años desde que comenzó a ejercer como médico rural en Amieva, destino donde estuvo 13 años, a pesar de aquella primera impresión. «A mí, ahora, cuando me preguntan que de donde soy, digo que asturiano, esta es mi casa y aquí llevo más de media vida».

Liaño ejerció como médico en Amieva durante trece años, hasta que en 1993 cubrió la plaza que dejó vacante en Cangas de Onís, “Don Paco, el médicu”.

– ¿Cuánto ha cambiado la atención sanitaria en los pueblos en los últimos 30 años?

– Pues mire. A mí lo único que me dieron cuando aterrice en Amieva fueron tres talonarios de recetas y a correr. Ni material, ni mucho menos una bata... Así empecé. Vivíamos en Santillán, en la Casa del Médico, donde pasaba consulta por las mañanas y por las tardes iba a hacer recetas a los pueblos. Tenía un mes de vacaciones, yo mismo me tenía que buscar el sustituto, y el resto del año ni un día libre. Cuando llegué a Amieva recuerdo que había tres o cuatro teléfonos en todo el concejo y las salidas a domicilios suponían horas.

¿Iba en su coche?

– Si, hasta donde llegaba. Mi primera salida a un domicilio, a los pocos días de llegar, fue a Santolaya, ya me había dicho Fernando Peña, el médico al que yo sustituí, que de las salidas la peor era la de Santolaya porque no había carretera y había que ir en caballo. Así que la primera, en la frente. Eran las once de la noche y llaman a la puerta, abro y era “Jesucristo” [recuerda entre risas, la primera vez que vio a Lulu], un hombre con una barba enorme que me dice “tiene que venir a ver a mi padre que está mal”. Y allá nos fuimos. Hasta Enu en coche y de allí en adelante querían que fuese a caballo, pero al final preferí ir caminado. Cuando volví a casa, ya cenado porque prepararon huevos con chorizo y patatas, después de ver a Roque, el padre de “Lulu”, eran más de las cuatro de la mañana, aquel día mi mujer quedó vacunada de lo que serían las muchas salidas nocturnas a domicilios durante aquellos años.  Otra cosa que hice al poco tiempo fue cambiar el R12 con el que habíamos llegado, por un Land Rover.

– ¿Cómo se gestionaba una urgencia en aquella época?

– Como podíamos. La ambulancia que había en Cangas de aquella era de la marca Simca, después estaba Armando en Arriondas, que podía tardar dos horas en llegar desde que a mi me daban el aviso y veía al paciente. Y no había hospital en Arriondas como ahora, había que ir hasta Oviedo.

¿Y los partos?

Pues curiosamente en estos 36 años no he tenido que atender ni uno. Al principio era algo que me ofrecía respeto. Aquí, en medio de ninguna parte, se pone una mujer de parto... Recuerdo un caso en Sebarga que, además, tenía placenta previa, hubo que sacarla de casa con la cama y cruzar unos praos hasta llegar a la ambulancia, pero al final nació en el Hospital y por ahí anda. Eran otros tiempos. Tampoco había en la Comarca donde hacer una radiografía y si pedías una analítica de sangre, el paciente tenía que ir a hacerla a Oviedo. Nada que ver con lo que tenemos ahora, con un Hospital en Arriondas.

Liaño dejó huella en Amieva. Allí no es difícil toparse con alguien al que alguna vez haya “visto” en la consulta de Santillán y que tenga buenas palabras para el “médicu”.

Desde 1993, hasta que colgó los trastos hace unos días, Liaño ejerció como Médico de Familia en Cangas de Onís, donde tenía alguna más de 2.000 cartillas. El viernes pasado compartió con sus compañeros una comida de homenaje y ahora, «cuando me recupere de esta lesión de hombro», –trae un brazo en cabestrillo–, «me dedicaré a tocar el piano, que es algo que aprendí hace unos años; quiero aprender a tocar el violín y me he matriculado para aprender Inglés en la Escuela de Adultos», con esto, el pádel y la Vespa Liaño apunta a una jubilación de los más activa.