Entrevista con el misionero Miguel Ángel Gullón

El colungués lleva 20 años en República Dominicana
miguel-angel-gullon
photo_camera miguel-angel-gullon

Miguel Ángel Gullón

 

Fray Miguel Ángel Gullón nació en Caravia, pero a los 10 años él y sus padres se fueron a vivir a Colunga. Es Doctor en Teología y lleva veinte años como misionero dominico en República Dominicana. Hace unos días estuvo en Madrid participando en una concentración de protesta frente a la Embajada de la República Dominicana y presentando “Flores de dignidad en tierra de sangre”, un informe que denuncia la vulneración de derechos humanos en torno a la industria azucarera, en la provincia de El Seibo, donde el lleva viviendo los últimos 15 años.

– Aquí República Dominicana es sinónimo de vacaciones, sol y playa. ¿Cómo es la realidad que usted lleva viviendo allí 20 años como misionero?

– República Dominicana ha acrisolado mi vocación sabiendo de la mirada de Dios y del espíritu de la Familia Dominica que la fortalecen siempre. La convivencia con tantas familias empobrecidas de la Parroquia Santa Catalina de Siena, sin los recursos necesarios para curar una enfermedad, me abrieron los ojos y los oídos. Aquí el acceso a la sanidad es algo que está lejos de ser una realidad y en eso llevamos trabajando años. 

Gacias a Cáritas, al Secretariado de Misiones “Selvas Amazónicas”, la Asociación Acción Verapaz, la Fundación Anacaona y la ayuda de otras instituciones y familias amigas nació el Dispensario Médico “Santa Catalina de Siena” el 21 febrero de 2003 en el barrio “La Isabelita” de Santo Domingo. Primero fueron la farmacia y las consultas de medicina general; luego llegaron las consultas de pediatría, odontología, ginecología, cardiología, oftalmología, sonografía y el laboratorio de análisis clínicos. Más tarde, el 11 de octubre de 2007, nació el Centro de Salud “Fr. Luis Oregui” en El Seybo en recuerdo del fraile dominico que trabajó incansablemente a favor de las personas más humildes en la Parroquia Santa Cruz y en Radio Seibo.

 

He echado raíces en El Seibo una tierra fértil de bondad, solidaridad, fe y mucha esperanza que ha fortalecido mi vocación de misionero

 

– Usted dirige Radio Seibo, ¿que labor cumple la radio?

El proyecto de salud de El Seibo nace en el seno de la Familia Dominica y de la Asociación Acción Verapaz que, después de un serio análisis de la realidad, ve como necesidad urgente ofrecer una alternativa sanitaria en la segunda provincia más pobre del país. 

La emisora educativa Radio Seybo, además de promocionar el Centro, colabora muy de cerca con este proyecto a través de programas interactivos de salud en todas las áreas con reconocidos profesionales de la medicina. Momentos especiales son los radio-maratones que se organizan con el fin de recaudar fondos para pagar una operación costosa. 

– Hace unas semanas los campesinos de El Seibo (y usted con ellos) protagonizaron una marcha a pie hasta el Palacio Presidencial en Santo Domingo. ¿Qué reclaman al Gobierno?

– Fue un grupo representativo de las 240 familias campesinas, que fueron desalojadas y expulsadas de el 6 de septiembre de 2018 de sus casas y territorios de La Culebra, Vicentillo, por un grupo violento de guardias, policías y civiles. Tras esto han sido perseguidos, arrestados y criminalizados por el gobierno regional por querer recuperar sus tierras. Estos campesinos querían que los recibiera el presidente Danilo Medina Sánchez, pero lejos de ser recibidos, fuimos desalojadas por la fuerza, por el cuerpo policial de cascos negros, siendo golpeados y ultrajados. El gobierno quiere ocultar las luchas de las familias campesinas que cada día va consiguiendo más apoyos nacionales e internacionales para su causa.

- ¿Qué reclamaban?

– La devolución de sus tierras, la paralización de la criminalización del campesinado, la reparación para todas las personas afectadas; y la justicia para el niño Carlos Rojas Peguero, de 12 años, asesinado en el marco de este conflicto. El afán acaparador de tierras del Central Romana, para plantar caña de azúcar, nunca ha tenido límites, tenían matones que iban a intimidar a las personas para que vendieran el resto de sus tierras que aún les quedaba y, si por casualidad ellos se negaban, los amenazaban con quemarles las casas. Los pobres campesinos, movidos por el miedo, accedieron al deseo de los magnates empresarios, quienes contaban con el apoyo de un ejecutivo y una soldadesca para hacer frente a los ciudadanos que vivían humildemente de sus tierras. Así se ha ido legitimando la posesión de tierra por esta multimillonaria compañía.

En la provincia de El Seybo más del 70 % de la tierra está ocupado por el Central Romana, ya sea con caña de azúcar o potreros para las vacas que han sido creadas genéticamente en sus laboratorios para resistir el acarreo de la caña y la producción de carne de calidad destinada a los hoteles de Punta Cana.

– ¿Parece la lucha de David contra Goliat?

– El azúcar que se produce aquí representa más del 70% de la producción total del país, y se produce esclavizando a unas 25.000 personas, en su mayor parte inmigrantes o hijos de inmigrantes haitianos. Las grandes compañías saben que sin braceros en condiciones de vida infrahumana no hay azúcar, y sin azúcar…, por eso la industria azucarera y la esclavitud crecieron estrechamente unidas.

Lo más triste de la situación es la estrecha relación entre el Gobierno y esta Compañía. Desde hace más de 100 años gozan de total impunidad ante la justicia. 

A pesar de todo, la esperanza en un futuro mejor, donde la dignidad de la persona florezca en medio de tanta desesperación, es posible.

– ¿Echa de menos Colunga?

– Claro. Echo de menos Caravia Baja, donde nací, y Colunga a donde llegué cuando tenía 10 años. Por mis padres sé de todo lo que ocurre, incluso a veces me adelanto a ellos en alguna noticia pues El Fielato me llega de forma digital antes que a ellos el periódico impreso. Echo de menos a las personas que cada verano me reciben con mucha amabilidad, que son muy solidarias con el mercadillo y la compra de la lotería de Navidad. Se ha establecido una bonita amistad entre estas dos orillas del océano que ha tejido redes de solidaridad en favor de tantas personas que necesitan de lo más elemental para vivir. Tengo la suerte de visitar a mi familia una vez al año pero hay muchos momentos en los que me gustaría estar cerca de ellos para compartir tantas experiencias de vida como el nacimiento de mis sobrinos Victoria, María y Alfredito, frutos del amor entre mi hermana y Alfredo.

Pero El Seibo es mi lugar, pues me siento muy acogido por todas las personas. Durante estos quince años he echado raíces en una tierra fértil de bondad, solidaridad, fe y mucha esperanza.

Mi vocación como misionero se ha fortalecido desde que vine. Mucha de la ilusión que traía se ha visto confrontada con la realidad del día a día; aquí los conceptos de tiempo, de economía, de responsabilidad, etc., son distintos que en España y por eso es importante la inculturación, caminar mucho con quienes tengo que acompañar y dejarme acompañar por ellos. Pero pido a Dios me dé fuerza para mantenerme fuerte siendo responsable en las tareas que se me encomiendan.