Obra de un vasco, en Posada de Llanes

El Belén más llanisco

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photo_camera Luis Andonegui muestra su belén.

A Luis Andonegui siempre le llamó la atención una inmensa casona del pueblo de Turanzas. Una vivienda que levantó un indiano y que contaba además con establo, corredor de madera y una hermosa finca alrededor. Además, comparte vivencias, ocio y amistad con los dueños de un emblemático negocio de Ríucaliente, ubicado también en una edificación singular y tradicional que se levanta al lado de un puente y un río en una suerte de panorámica de cuento. Andonegui, además, tiene especial cariño al perro, de sus amigos, Lucky. Y un respeto constante al medio rural en el que conviven pastores y animales, tradiciones y culturas. Por eso este año la elección de la temática de su Belén fue más fácil que otros años.

No faltan vacas, ovejas ni gallinas. Ni hórreos con riestras de panoyas secando. Hay pastores y perros paseando solos, como sucede en los pueblos

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En un pequeño garaje junto al hotel Solymar de Posada de Llanes, este vasco afincado en Llanes, colocó de manera minuciosa su particular visión del municipio que habita. Son sólo cinco por cuatro metros de tarima, pero en ese espacio ha sabido aunar lo más característico de la zona rural llanisca.

Adentrarse en este espacio es conocer, a primera vista, el medio de vida de los pueblos. No faltan vacas, ovejas ni gallinas. Ni hórreos con riestras de panoyas secando. Hay pastores y perros paseando solos, como sucede en los pueblos. Un par de ríos y, al fondo, la sierra del Cuera. Incluso una gruta horadada en una cueva, como esas que se encuentran por las calizas del entorno de la comarca. Hay, por supuesto, un portal de Belén, donde la Virgen, José y el niño se calientan en una hoguera que mantiene, siempre, viva sus llamas.

Luis no lleva la cuenta del número de figuras que parecen dar vida a este escenario, ni tampoco de las horas que ha invertido en crear la magia que se desprende en él.

Las figuras se hacen con resina; la arena, a es de obra; los árboles, de tomillo en la copa y madera de parra en el tronco –todo de Haro-. Luis no lleva la cuenta del número de figuras que parecen dar vida a este escenario, ni tampoco de las horas que ha invertido en crear la magia que se desprende en él. Sólo sabe que empezó a hacerlo en abril y no se lo plantea como un trabajo “porque es algo que me entretiene y me gusta”.

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Sin embargo, no sabe si el año que viene repetirá. Porque aunque la afición la alimenta gratamente, no tiene un espacio expositivo y depende de que alguien le deje un sitio donde colocar sus creaciones.  Tampoco se ha apuntado al concurso de belenes local, porque él no crea con afán material de ningún tipo.

Pero ahora, ¿qué hará con la maqueta? “Venderla, si alguien quiere comprarla”, asegura el artista, porque las piezas son verdaderas joyas que, además, pueden tener mucho significado para quienes sepan apreciarlo. Y para saber que eso es así, quien quiera puede visitarlo mañana y tarde, junto al artista hasta que pasen las fiestas navideñas.

Y después, Andonegui empezará a pensar en la temática del próximo año para comenzar a pulir, cincelar y esculpir la idea que ya pulula por la cabeza de este vasco que el año pasado ya sorprendió con un Belén con tintes muy asturianos.

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Una moza vestida de Llanisca junto a las gallinas y las ovejas.

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