ANTONIO VEGA CIEN

La paja en el ojo ajeno

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Nos tienen acostumbrados, nuestros políticos, a regalarnos titulares argumentando falta de ética y moral en el adversario. Por ejemplo, léanse repetidas declaraciones de Esperanza Aguirre sobre Rita Maestre. Y explico. Hace poco más de 4 años, en marzo de 2011, Rita Maestre, actual portavoz de del equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Madrid, saltaba a la palestra como integrante de un colectivo de izquierdas que se manifestaba en la Capilla de la Universidad Complutense de Madrid revindicando la laicidad de nuestra Universidad. Si bien se pueden criticar las formas con las que se llevó a cabo aquella protesta, no podemos por otro lado obviar, que el fondo de la cuestión está en sintonía con el principio de laicidad que constitucionalmente debe guiar a nuestras instituciones. “Imaginemos” que un año antes, en julio de 2010, hubiera ocurrido algo parecido en una capilla de nuestra comarca, situada en el concejo de Cangas de Onís. Pongamos que sucediera en la Capilla de Santa Lucía, en Soto de Cangas, donde la noche de la víspera de su fiesta  ocurriera también una especie de “asalto”, esta vez sin ningún trasfondo ético ni político. Y digo esto, ya que, “si lo imaginamos bien”, hubiera sido como una especie de “broma de mal gusto” protagonizada (vamos a decir “presuntamente”) por uno de nuestros dirigentes de la derecha local, broma que trascendería al día siguiente por la Ciudad de Cangas de Onís como si de un reguero de pólvora se tratase. Pero la razón de la protesta y el signo político de los actores no hubiera sido la única diferencia entre estos hechos; la protesta de Madrid se hacía a plena luz del día, con la prensa presente y  la manifestante  “ligera de ropa”, mientras que en el caso de la “broma local”, el protagonista la hubiera llevado a cabo en plena madrugada, sin prensa de por medio, portando el “Cáliz Sagrado” y ataviado con las vestimentas religiosas encontradas en la sacristía de la capilla. Serían sólo unos pocos los “agraciados” que hubieran podido disfrutar de aquella puesta en escena. Ahora bien. Reflexionemos después de todo lo relatado. Si la primera situación fue una profanación en palabras de la prensa nacional conservadora, ¿lo sería menos la segunda en el caso de que se hubiera producido? ¿Cuál de los dos hechos sería más reprobable? ¿Qué hubiera pasado si nuestro protagonista imaginario, en vez de ser de derechas, hubiera sido una persona cercana a cualquier ideología de izquierdas? ¿Se hubiera acallado de manera deliberada este hecho en nuestro municipio? ¿Qué pensaría Esperanza Aguirre de esta “broma pesada” si, tal y como se cuenta más arriba, supusiésemos que hubiera sido obra de uno de sus correligionarios de partido con áreas de responsabilidad en el ámbito local?
Siempre vemos la paja en el ojo ajeno, y dependiendo de quien se trate, tomamos a risa hechos, que realizados por personas que piensan diferente, nos pueden parecer deplorables. (Tómense mis palabras con ironía y mesura, y con la dosis de realidad que uno mismo decida. Nótese que el empleo del subjuntivo plantea la acción como hipotética o posible).

La opinión de Antonio Vega Cien