EL SUEVE

Manifiesto por la Junta de Cofiño, señora Consejera

El Sueve, es el Sueve también gracias a las tradiciones ancestrales, que se reflejan en La Junta de Cofiño


«Nada de mi parte pongo, sólo cuento lo que oí» Margot de la Fuente

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Muchos de nosotros hemos visto cómo entraban en nuestras casas los muebles de formica. Y cómo desplazaban a los arcones de roble, a las maseras y a otros muebles que resistían con nobleza el paso de los años. Hemos asistido demasiadas veces a la demolición de algo valioso bajo el pretexto de la modernidad, aprovechando una población desprevenida. Y precisamente como pueblo, hemos descuidado las decisiones que nos competen abandonándolas a la conveniencia de los partidos.

Así, en perjuicio de cuantos vecinos habitan los pueblos coterráneos del Monte Sueve, nos encontramos ahora al borde de la extinción de una de las joyas patrimoniales más importantes de la comarca: La Junta de Cofiño, una figura de la democracia histórica en vivo y en ejercicio.

No es necesario entender de leyes para percibir que los pueblos de Colunga, Parres y Piloña, representados en esa Junta, hacen uso de un derecho histórico. Posiblemente procedente de aquel derecho germánico que se esmeraba en ordenar los usos del común.

Porque en Asturias, que cuenta con una superficie de rango comunal tan relevante como la privada (posiblemente supere el 50 % de la región), esos suelos del común y sus instituciones arroparon a interminables linajes ganaderos; y suponen hoy una verdadera reserva de alimento para los nietos que juegan en los parques, si los tiempos continúan endureciéndose. Por eso no se entiende bien que los responsables políticos asturianos, posiblemente sin ser conscientes del todo, le disparen al corazón de una institución que, justamente y al contrario, debieran proteger.

Hace años, si no décadas, que las castas de oficina desean hincarle el diente a la democracia veterana de los pueblos del Sueve. Es lo habitual: las instituciones de poder quieren ser autónomas en solitario, y que nadie más lo sea. Y no soportan que los pueblos tengan su propia “cocina”: la burocracia sólo come hamburguesas y ve con malos ojos el boronchu y la torta. De un modo similar, los grandes partidos operan como las cadenas de comida rápida, y convierten a todos los alcaldes en alcaldes de barrio, abandonando a los vecinos por las grandes corporaciones del voto. En lugar de velar por los casas que echan “humo”, el modo antiguo de nombrar a los que están al pie de urna y lumbre, los concejales viven atentos a complacer la voracidad de sus ejecutivas. Y lo más grave: lo hacen de modo opaco, sigiloso, para que no se note cómo eligen entre vecino y poder. En la actualidad los políticos del rural comienzan a parecerse más a los antiguos corregidores del Régimen que a representantes del pueblo.

Pero a lo que ti vó, Consejera: entre las instituciones comunales de la montaña cantábrica, La Junta de Cofiño aparece como una de las figuras más vigorosas del derecho de costumbres. Ella gobierna territorios que superan el municipio y hace comarca del Monte Sueve, y merece por ello la más alta protección, no su persecución o ignorancia.

Y por ello, ni el gobierno regional ni el local pueden acometer tamaña destrucción del Patrimonio, y mucho menos ningunear a sus valedores históricos. Con los pies en la tierra, señora Consejera, no elijas pasar a la historia como aquellos falangistas que eliminaron a Lorca del paisaje español. Y no permitas, por ello, que le disparen mortalmente a la Junta de Cofiño, una figura de pleno derecho en el paisaje singular del Monte Sueve.

Las cuatro últimas

En la montaña asturiana del Oriente de Asturias y en Los Picos de Europa permanecen, con diferente vigor, cuatro muestras de instituciones comunales históricas:

– El Consejo de Pastores de Cangas de Onís.

– El Consejo de Juntas Vecinales de Camaleño, en Cantabria.

– El Real Concejo de Valdeón, en la provincia de León.

– La Junta de Cofiño en el Monte Sueve.

A los vecinos de los pueblos de Camaleño, en el año 2004, los convencieron de que acudieran, uno a uno, a desistir ante notario de sus derechos históricos. Confundidos por supuestos requisitos “sanitarios” y “ventajas” administrativas que venían de Bruselas, los ciudadanos de Camaleño renunciaron a sus derechos y el alcalde dejó de sentarse como uno más en los bancos de la Junta para pasar a presidirla, que es lo que realmente pretendía.

El Consejo de Pastores de Cangas de Onís, en la actualidad, no conserva capacidad decisoria en el municipio, tras haber asumido los concejales y el alcalde la competencia final sobre el nombramiento de sus regidores. Aún así, la institución prosigue y hace valer su dominio sobre terreno, influyendo como puede sobre los acuerdos que la afectan.

El Real Concejo de Valdeón resiste como una isla en el mar de la burocracia que asfixia las culturas campesinas. La riqueza de los pastos, las leñas y los ingresos procedentes de la caza explican la supervivencia del Real Concejo como entidad independiente del municipio, única muestra viva de lo que en otros tiempos fueron los verdaderos “ajuntamientos” de vecinos.

Y por todo ello, esa institución junto con La Junta de Cofiño, que son las dos últimas muestras patrimoniales de gestión comunal histórica en los territorios de montaña, han de ser defendidas por los vecinos, sus legítimos titulares; y también han de ser protegidas y respaldadas por la Administración, y no eliminadas irresponsablemente.