Pasión intergeneracional por la “Cirila”

Daniel Canga colecciona 2CV

Ni sellos, ni cromos, ni monedas. Lo que más le gusta coleccionar a Daniel Canga Bravo son Citroën 2 caballos (2CV), unos vehículos popularmente más conocidos como “Cirilas” que se fabricaron entre 1948 y 1990.

Este gijonés con residencia en Priede (Piloña) heredó la pasión por recuperar y atesorar coches clásicos de su progenitor, José Antonio Canga, que hasta la jubilación trabajó en Valgisa, el concesionario oficial que Citroën tiene en Gijón. «De pequeño ya andaba ravilando por el taller familiar y gracias a las enseñanzas de mi padre mi hermano Víctor y yo somos capaces de restaurar una a una cada pieza del 2CV, desde el motor pasando por el freno o la suspensión», relata el joven, de 42 años de edad. Lo más difícil del proceso es, a su juicio, la reparación de la chapa «porque es fina y delicada».  A Canga le resulta imposible contabilizar las horas que emplea en componer cada vehículo. «Cada 2CV son mínimo dos años de trabajo porque lo voy haciendo sin prisa, en los ratos libres que tengo los fines de semana», narra.

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Daniel Canga con su flamante AK 350 de 1972.

En total la familia cuenta en la actualidad cuatro “Cirilas” capaces de circular con todas las garantías: un 2CV Charleston de 1984, una AK 350 de 1972, una AKS 400 de 1972 y un 2CV Spot de 1978 que adquirieron en diferentes puntos de la geografía española y rehabilitaron desde cero. Una flota con la que lo mismo bajan a tomar una cerveza al bar de Sevares, que se plantan en una concentración en Salamanca o hacen una ruta por Santander. «La gente cree que no andan pero puedes circular a 110 kilómetros por hora tranquilamente. No apurando el motor llegas a donde quieras, lo ideal es ir a 90», certifica Daniel.

Las razones que le llevan a decantarse por los Citroën 2CV son  múltiples. «Es versátil, ideal para el transporte de mercancías, muy práctico gracias a la suspensión y a la sencillez del motor. Puedes circular por casi cualquier lugar y con un depósito de 20 litros recorres más de 400 kilómetros», ejemplifica. Según cuenta, hasta los años 90 se fabricaron cinco millones de unidades del 2CV que, por sus asientos reclinables, se convirtieron en un aliado de los agricultores, que lo mismo transportaban un barril de vino que 50 kilos de patatas o una canasta de huevos por malos caminos «y sin romper ni uno gracias a la buena suspensión».

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José Antonio Canga con el 2CV Spot de 1978 en Priede

A largo plazo el sueño de Canga es el de pilotar un Citröen 2CV Sahara, que ostenta el récord de ser el “dos caballos” más caro jamás subastado: hasta 172.840 euros llegaron a pagar por uno en 2016, una cotización superior a la de muchos Ferrari. «Es uno de los modelos más deseados porque se hicieron poquísimas unidades y porque dispone de dos motores, uno delantero y otro trasero, que permite circular fuera del asfalto y con comodidad hasta por el desierto», cuenta.

Mientras tanto, el vecino de Priede sigue disfrutando de su flota privada, que levanta admiración allá por donde va. «Cuando salimos de ruta con los amigos la gente no se resiste a hacerle fotos. En carretera si te cruzas con algún motero o algún amante de los clásicos siempre te tocan el claxon en señal de reconocimiento», certifica. «Estos coches tienen valor sentimental, son casi como un miembro más de la familia, hasta el punto de que si en un descuido los rayas te sirve para ganar un disgusto bueno», concluye.