Porrúa vuelve a "escurrir" al Antroxu

Los pequeños y adolescentes hacen ruido por las calles para espantar los malos espíritus y los mayores se disfrazan cubriendo su rostro pidiendo viandas por las casas
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No pueden datarlo porque desconocen su origen, pero son fieles cumplidores de una tradición que ha pasado de padres a hijos desde donde alcanza su memoria.

En Porrúa han vuelto a salir a “escurrir Antroxu” con los lloqueros amarrados a la cintura y las zumbas agitándose en las manos, haciendo ruido por las calles y corriendo entre las casas con el único fin de “espantar los malos espíritus” que llegan, cuenta la leyenda, la víspera del carnaval.

Con ese fin un grupo de pequeños porruanos, la reciella, que les llaman, salieron este lunes de forma espontánea, cada uno de sus casas, sin organización previa, para perturbar la paz que pudiera haber alrededor.

Y al caer la noche les dieron el relevo los adolescentes, que continúan con el ruido para que a nadie se le escape que en Porrúa, la noche previa al Carnaval no se duerme porque es tiempo de escurrir.

Sólo al amanecer, cuando Porrúa vuelve a recibir la luz, el pueblo se calma, listo para recibir al Antroxu. Y ese día, una vez más echando mano de la memoria, la tradición y, en esencia, la cultura, los hombres se visten de mujeres, y éstas de hombres, cubriendo sus rostros, con el único apoyo de un palo. Su presencia perturba e inquieta a quienes les miran sin verles, a quienes los cruzan por el pueblo al tiempo que cantan y pican a las casas pidiendo viandas "Antroxu fuera, caldera llena, patatas y navos y güenos tragos".

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Son, cuenta Maite Lobeto, encargada del Museo Etnográfico del Oriente de Asturias, "las mascaradas propias del carnaval" cuya esencia la marca un carácter ancestral y nunca, que haya constancia, ha dejado de celebrarse en el pueblo llanisco, ni en épocas en que por influencia religiosa o política el carnaval estuvo prohibido.