El pasado de los pastores revive en Arnaedu

Juan Sánchez, un ganadero de La Robellada, recupera una cabaña derruida en el Parque Nacional para cuidar a sus vacas casinas en la época estival, igual que hacían sus ancestros
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photo_camera Juan Sánchez, a la puerta de la cabaña recién recuperada en Arnaedu.

Querían recuperar parte de su historia. Honrar parte de su pasado. Recordar para siempre la tradición y la cultura que heredaron de sus antepasados, la misma que les ha traído hasta el día de hoy. Juan Sánchez, un ganadero de La Robellada, junto a sus hijos Sabina y Juan, han echado arriba una cabaña en Arnaedu, en un trozo del territorio que el concejo de Onís aporta al Parque Nacional de los Picos de Europa.

Allí, en medio de la majada en el que un día los ancestros de los onienses cuidaban el ganado y curaban los quesos de elaboración artesanal, decidieron dignificar los días en los que los pastores crecían al olor de las camperas desde las primeras luces del amanecer y hasta las últimas del atardecer.

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Imagen de la cabaña recién restaurada en Arnaedu.

Quedaban piedras y recuerdos. Las primeras en el suelo, los últimos, siempre presentes. Necesitaron dos viajes de helicóptero para transportar los materiales pesados desde la civilización hasta donde el tráfico rodado no llega, ni está permitido que lo haga. Echaron unas cuantas horas de mano de obra para que las piedras, el suelo y el tejado formen, de nuevo, una cabaña donde resguardarse en las noches que van de la primavera al otoño, el mismo tiempo que sus vacas pastan por el espacio protegido.

Juan y sus hijos han recuperado parte de su historia, y también de la del propio territorio. Lo hacen en un tiempo donde es más frecuente ver ruinas que edificaciones firmes en un lugar donde antes había vida y actividad profesional constante. Lo hacen pese a que la gestión del futuro de su trabajo no parece encaminarse a salvaguardar el sector primario. Lo hacen por amor a su territorio, por respeto a su pasado y por devoción al oficio de pastor, el que ellos aún llevan pegado al alma manteniendo una cabaña de unas 120 vacas de la raza Asturiana de la Montaña.