San Antoniu en la Cangas 'Mesopotámica' de Jorge Sangrador

Jorge Fernández Sangrador ofreció un pregón cargado de recuerdos de la infancia y juventud de un cangués enamorado de su ciudad
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photo_camera Pregonero, Reina, Damas, alcalde, presidente de la SFC y el presentador Ángel Lueje.

Las fiestas de San Antoniu 2022 arrancaron ayer viernes en una Plaza Camila Beceña abarrotada –más de 450 personas–, con los actos del pregón que este año protagonizó el cura cangués Jorge Fernández Sangrador (Cangas de Onís, 1958), vicario general de la diócesis de Oviedo y al que en su ciudad natal todos conocen como Jorge Sangrador.

El acto comenzó con el recuerdo a los cangueses que se han ido en estos últimos tres años , ya que no se celebraban las fiestas desde 2019. Un vídeo, con imágenes y los nombres de los más de 600 fallecidos desde entonces: Elías el La Barata, Nachín Hórreo, Toni Bulnes, Moro, El Mole, Meyuca la del Ventura, Conchita Sarmiento, Jorge Carrillo, Pepín Moro, José Antonio el de Evencio, Luis el de la Ercoa, Virgilio el barrenderu, Regina la del Barato, Gelu Ania, Ferino Castro, Lando, Marchena el peluqueru, Enrique Laria.... hasta los más recientes como Pachu Remis.

El pregón de un cangués enamorado de su ciudad

Jorge Sangrador dejó patente que conoce la historia y el paisanaje de la ciudad en la que nació, de la que está enamorado y de la que «nunca mudé el domicilio de referencia, ni en el documento nacional de identidad, ni para el pago del impuesto del coche en el Ayuntamiento, ni en la Agencia Tributaria. Es el de la calle San Pelayo 28 desde 1959, aunque nací en el número 33», recordó.

El pregón de Sangrador fue, como el mismo reconoció, «un viaje a la infancia» porque «en su relato Piloto de guerra, Antoine de Saint-Exupéry, autor de El principito, escribe: "¿De dónde soy? Soy de mi infancia. Soy de mi infancia como de un país". Mientras que el escritor Max Aub sostenía que "uno es de donde hace el bachillerato, que es decir que uno es de donde nace conscientemente al mundo, a los sentidos, al amor". Así que, por cualquiera de estas circunstancias, que en mi caso concurren, la de la infancia y la del bachillerato, está claro lo que soy: cangués. De Cangas de Onís», abundó Sangrador.

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Plaza Camila  Beceña abarrotada para el pregón.

Una tradición que nació con una desgracia

Sangrador descubrió ayer a muchos cangueses de donde viene la tradición de acompañar a los ramos cantando el día de San Antoniu, fruto de una fatídica circunstancia.

«Yo nací en pleno boom demográfico de los años 50 y 60. Otilia (la comadrona) no daba abasto. Todavía estaba en aquella buhardilla de la calle San Pelayo atendiéndonos a mi madre y a mí en aquella tarde del 30 de noviembre de 1958, cuando vinieron a decirle que ya llegaba otro. En casa de Carmen, la de Felipe el Sastre. Y tuvo que salir corriendo.

Nació un niño al que impusieron, en el bautismo, el nombre de Luis Miguel. Nos llevábamos media hora. Cuando creció, le llamábamos Luismi. Era inquieto, travieso, juguetón. Y en una malhadada tarde cayó en el rabión de río Sella, a su paso por El Golondrosu, y se ahogó. Era el 8 de junio de 1968. Para más inri, el cuerpo del niño no aparecía.

Y aquí entró entonces la fe. La abuela de Luismi, Nati, rogó a san Antoniu que apareciese y que, si sucedía así, ofrecería un ramu de pan en el día de su fiesta. ¿Por qué estaban ella y la familia tan angustiadas? Porque los dos buzos, que habían venido de Gijón, no lograban desenvolverse en el agua a causa de la corriente, y dijeron que desistían, que se retiraban, que no seguían buscando.

Y san Antoniu acogió la oración de Nati. Al día siguiente, un chaval de Ribadesella se brindó a hacerlo él, si le dejaban un equipo. Se zambulló, buceó, encontró a Luismi y lo liberó, porque tenía la cabeza sujeta entre dos piedras y no podía salir a flote.

Fue a partir de esa fatídica circunstancia, cumpliendo aquel voto religioso, cuando nació la tradición ininterrumpida desde 1969, al año siguiente de estos hechos, de ir en procesión a Misa y a Cangas de Arriba cantando las letras que conocéis.

Hasta ese momento, en la procesión se llevaban los ramos con el acompañamiento de una gaita y un tambor, y, en los tiempos en los que en Cangas hubo una, también de banda de música.

Tengo, pues, conciencia de haber seguido, desde la primera hora de mi vida, como espectador en un puesto destacado, el origen y primer desarrollo de ese trazo que se ha hecho tan identificativo de la fiesta canguesa: la vistosa y colorida procesión de San Antoniu.

Y cuando veo esa, inabarcable con la vista, fila de mozas de ramu alzando la pandereta para que las cintas flameen al viento, me alegro inmensamente, pero no se me olvida el que todo eso se sostiene sobre el substrato del dolor indecible de una familia, de una fe tan grande que solo halla, en el corazón de una abuela, el sitio más aseado para morar y de una esperanza que solo san Antoniu sabe alentar y alegrar».

En el Diccionario de la Lengua Española no figura, en la entrada “ramo”, la acepción con que usamos nosotros el vocablo en el contexto de estas fiestas y voy a proponerle a la Real Academia que la incorpore en estos términos: «Estructura de madera, engalanada, con forma poligonal o de cono truncado, que se emplea para transportar procesionalmente los panes que se ofrendan en las fiestas religiosas».

En su recorrido por Cangas de Onís Sangrador se detuvo en lo que «son tres lugares importantes de la memoria colectiva de los cangueses: el Campu de San Antoniu, con la capilla y el robledal; la capilla de Santa Cruz y el paraje del campo de La Jira-El Molinín».

El agua es otro de los elementos vinculados a Cangas de Onís, «Somos una ciudad definida por lo fluvial y el periplo vital de los salmones, que vemos remontar la corriente en días de primavera, es representativo del nuestro, como cangueses».

Para cerrar su pregón Sangrador definió a Cangas de Onís como «ciudad Mesopotámica, doce veces milenaria, tendida a los pies de las Peñas de Ur-Opa, bajo la mirada amorosa de la Virgen de Covadonga, auxiliada por un santo que hablaba con los peces, epicentro de la renovación espiritual y moral de España, de Hispanoamérica y de muchos pueblos que están más allá del Océano Pacífico, y en la que, si te serenas, respiras hondo y te dejas envolver por la brisa que la acaricia y envuelve, sentirás que es … la del mar»

El presidente de la Sociedad de Festejos, José Luis García Fifu, entregó Sangrador un retrato  y el alcalde de Cangas de Onís, José Manuel G. Castro una placa conmemorativa y el pin del municipio que ansiaba el protagonista, «por fin» reconoció el pregonero cuando se lo entregó el alcalde.

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La Reina y sus Damas de Honor llegando al acto.

Presentación de la Reina y las Damas de Honor

El acto en la Plaza Camila Beceña fue también el marco de la presentación en sociedad de la Reina de las Fiestas,  Ana Moro, y sus Damas de Honor, Sofía Mori y Alba González. Y tampoco faltaron la música ni el folclore, a cargo de la Banda de Gaitas Ciudad de Cangas de Onís, la Escuela Municipal de Música, la Agrupación Folclórico Picos de Europa y el Coro Peña Santa Ramón A. Prada, estos últimos los encargados de cerrar el acto.

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Actuación de la Escuela Municipal de Música.
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El Pole, solista de la Escuela Municipal de Música.
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El pregonero recibió un retrato suyo obra de Fran Berán.

 

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