Sid Ahmed, el saharaui sobresaliente que estudia en El Prial

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photo_camera Sid Ahmed Matala delante del centro El Prial, de Infiesto.

Sid Ahmed Matala Embarec nació y se crió en los campamentos que la República Árabe Saharaui Democrática tiene en tierras de Argelia, junto a la frontera con el Sahara Occidental, colonia española hasta 1976 y que Marruecos ocupa desde entonces. Sid es uno de esos niños que el programa Vacaciones en Paz trae cada verano a disfrutar en familias de acogida y que años después ha vuelto a lo que es su segundo hogar, en Oviedo, junto al piloñés Carlos de la Parte. El tesón de los dos ha conseguida derribar un sinfín de obstáculos y hoy Sid estudia en El Prial, de Infiestu, el primer año de Ciclo de Formación Profesional Básica de Carpintería y Mueble. Antes de vacaciones recogía las notas, las mejores de todo el centro.

Yo tengo aquí mi segundo hogar y Carlos tiene el suyo en el Sahara

Sid Ahmed Matala ya lleva en su cartera el documento que acredita el permiso de residencia, con el que puede estudiar y trabajar en España. Sid tiene 19 años, es Saharaui, «ni argelino, ni mucho menos marroquí», asegura, aunque el documento pone que tiene “estatuto apátrida”, ya que España no reconoce a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Conseguir el permiso de residencia no ha sido una tarea fácil, pero su tesón y el de Carlos de la Parte ha dado los frutos, no sin haberse estrellado contra más de una pared, desde el año 2018, cuando el saharaui llegó a España con la intención de estudiar.

Los veranos de los niños saharauis en España se terminan cuando cumplen los 12 años, después su vida continúa en los campamentos arrimando el hombro y también con la posibilidad de estudiar en Argelia, donde Sid estuvo dos años, o en Cuba

Las vidas de Sid y Carlos se cruzaron hace casi una década, cuando el entonces críu saharaui vino a pasar su tercer verano en Asturias, de la mano del programa Vacaciones en Paz y la Asociación Asturiana de Solidaridad con el Pueblo Saharaui. Aquel verano conoció a Carlos y a Merche, con los que pasó las vacaciones en Pravia. Aquello fue también el descubrimiento de la realidad Saharaui para el matrimonio, que  más tarde visitaría los campamentos de Tinduf y estrecharía lazos con la familia de Sid: siete hermanos, hijos de un militar y de la responsable de una escuela para discapacitados, en aquellos territorios inhóspitos.

Los veranos de los niños saharauis en España se terminan cuando cumplen los 12 años, después su vida continúa en los campamentos arrimando el hombro y también con la posibilidad de estudiar en Argelia, donde Sid estuvo dos años, o en Cuba, a donde viajan para estar más de cinco o seis años y hacer estudios relacionados con la Medicina.

Hace ahora casi tres años que Sid viajó a España para vivir en Oviedo, en casa del piloñés Carlos, «yo tengo aquí mi segundo hogar y Carlos tiene el suyo en el Sahara», pero hasta este mes de marzo no consiguió el ansiado permiso de residencia, con lo que implica para alguien de color no tener “papeles”.  Pero a él no le impidió hacer un curso de monitor de tiempo libre en Llanera, ni colaborar como voluntario con la asociación Luar de Ventanielles, que trabaja con jóvenes de 16 a 35 años en proceso de inclusión social, o jugar al fútbol –una de sus pasiones–, aunque sólo haya sido en los entrenamientos, gracias a los responsables de un club ovetense que le acogieron como uno más.

Esas ganas de formarse y de aprovechar la oportunidad que seguramente no vayan a tener sus hermanos, le llevaron al Centro de Formación Profesional El Prial, de Infiesto, y poco importa tener que levantarse todos los días a las seis de la mañana, para subirse a un tren que sale de Oviedo a las 7:20 y llega a Infiesto a las 8:30 (casi una hora, y después hay quien dice que la antigua Feve pierde viajeros, como pa no, pero eso es otra historia), Sid aprovecha cada minuto del día porque tiene muy claro cual quiere que sea su futuro: una vida aquí, pero con una relación muy estrecha con la familia y los amigos que dejó en África y a los que hace tres años que no ve. «Me gustaría vivir aquí y traer a mi familia». Y a poco que se le conozca, por tesón no va a ser.

De momento se está formando para tener un título de carpintería y mueble y se lo ha tomado muy en serio, como todo lo que ha hecho desde que llegó en 2018. Ahí están las notas, todo sobresalientes. Ah, cuando llegó chapurreaba el español, que ahora habla perfectamente, «aunque la gramática ya es otra cosa...» apunta.