OPINIÓN

Dos apellidos de leyenda que forjaron la historia del Sella

El 4 de Agosto de 1984 está grabado en la memoria de la familia Llamedo

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Los hermanos Cuesta

Aquel 7 de Agosto de 1954 iba a ser apoteósico. El NO-DO estuvo presente, una vez más, recogiendo unas imágenes en blanco y negro que tal parece que reflejan el colorido de Asturias y de la Fiesta. Sobre el desfile de Arriondas, dice la prensa regional,: “Llama la atención la carroza de la Sociedad La Peruyal, que, con forma de pañolla sobre un hórreo, tirada por una pareja de bueis, transporta a tres pequeños selleros”…y añade el diario: “Allí están lo señores que toman parte en el 1º Congreso Provincial para el Fomento del Turismo. Ellos lo han visto todo y han podido apreciar  el encanto, un poco anárquico, de las mil facetas contempladas, y habrán sacado la conclusión unánime de que “El Descenso del Sella” es cosa que se deba conservar celosamente y tutelar decididamente…”.  77 piraguas toman la salida de una prueba que cumple su cuarto año como Internacional (participan Italia, Francia y Bélgica) que le están cogiendo el gusto, ganando además las dos últimas ediciones (Italia 1952 y Bélgica 1953). Nada más darse la salida los hermanos Cuesta…pero dejo que sean las palabras de la prensa las que hablen: “¡Ay! ¿Qué pasa en la salida? Los hermanos Maximino y Antonio Cuesta  ven cómo su piragua la “Omedina I”  vuelca y les obliga a perder un terreno muy precioso. No importa, Maximino y Antonio se recuperan pronto y …” ¡Y vaya si se recuperaron los riosellanos! Por Toraño ya pasaron los primeros, situación que no dejarían hasta alcanzar el triunfo en Ribadesella. Chus Villar, vencedor riosellano en los años 1947 y 1948, se lanzó al agua para abrazar a los nuevos campeones. Por detrás, los belgas que habían ganado el año anterior, y terceros los franceses, con un Gantois campeón de Europa y Subcampeón del mundo de descensos de río. Los Cuesta, que ya habían ganado en 1949, (Leandro y Antonio) acababan de convertirse en leyenda.

 

Los hermanos Llamedo

El 4 de Agosto de 1984 está grabado en la memoria de la familia Llamedo, la más importante saga del mundo del piragüismo. Los hermanos Maxi y Emilio eran, algo inusual para dos rivereños, piragüistas de pista. Pero el Sella estaba al pié de casa y eso es una tentación demasiado grande como para no caer en sus brazos. Antes de la salida, Dionisio de la Huerta acababa de sacarles a los miles de aficionados la promesa de que al año siguiente todos vendrían con el chaleco. Aquel año “La estrozona” riosellana iba de “Jomeini y los golfos pérsicos”.  Volviendo a la parte deportiva, de nada sirvieron los semáforos que pretendían regular la salida. Cuando Dionisio de la Huerta entonaba el “Asturias Patria Querida”, mil piragüistas se lanzaron al Sella  antes de la hora, excitados por un grupo que quiso tomar ventaja y al que siguieron todos los participantes. Estaba claro, había que inventar algo para evitar tal caos. Años más tarde, el riosellano Miguel Ángel Pérez inventaría los “cepos”. Dicen las crónicas que al kilómetro de salida las posiciones de los tres primeros se conservarían invariablemente hasta la meta. Dicen también que los últimos 500 metros, con los lucenses hermanos Campos, fueron de final olímpica, y que los hermanos Llamedo, llevados en volandas por el fervor de los suyos, dejaron hasta el último aliento en el Sella. “Era nuestra gran y única oportunidad de ganar el Sella y lo ganamos”, repetían . Los cangueses Antonio Soto y Vicente González completarían el pódium. Con todo, permitidme que yo me quede con una imagen en la que aparece Máximo, el padre, con su nieta Jimena en los brazos, y su mujer María Josefa, “La Nena”, la madre de los campeones, sujetando los dos remos ganadores, en Ribadesella, junto a la vía del tren, esperando, orgullosos, la partida para los Campos de Oba. Fue sin duda el gran día de la familia Llamedo.