OPINIÓN

Gotas de rocío en Navidad

Es Navidad otra vez; vivamos, pues, el presente y el ánimo de hoy, porque no hay futuro que valga sin un presente animoso

 

Los recuerdos, los hechos, las ideas, tienen en sí mismos un determinado valor. Pero recuerdos, hechos e ideas a veces se pierden, dilapidan, abandonan o destruyen. Las conmemoraciones navideñas -para cada uno desde sus creencias y actitud ante las mismas- suelen acercarse a nosotros con ciertos tintes de melancolía, remembranza, nostalgia. Recuerdos, hechos e ideas que -cada final de diciembre- acuden a nuestra presencia con la periodicidad pautada que las estaciones se encargan de mantener.

Algunos no son partidarios de esta cohetería a fecha fija, especialmente aquellos a quienes les han tocado tiempos de penurias; porque “donde no hay harina, todo es mohína”. En tiempo de vacas gordas, congratularse mutuamente de que siguiesen engordando era casi una ordinariez, pero en tiempo de vacas flojas, intercambiarse votos de ceba, es casi una obra de misericordia. No son pocos los que están con los dientes apretados para poder tirar adelante, que milagro será no se los dejen en la brega. La juerga trocó en desánimo y éste cunde más que el paro. Ahora nos quieren demostrar que ya estamos de vuelta y que todo retornará a ser como antes, o casi, pero saben que la recuperación será muy larga y no sin sobresaltos. Pontificando desde las televisiones y alimentando esa expresión polisémica que llaman corrientes de opinión, seguirán abasteciendo la mediocridad rampante, el tú más y la sempiterna chapucería que nos atribuye nuestro acervo sociológico, según el cual la envidia y la picaresca se han ido forjado en el ADN del carácter nacional durante siglos. Muchos y variados son los personajes que nos quieren convencer de sus verdades y bondades, pero habría que decirles que para demostrar que se ha fregado una sopera no hace falta dejar el estropajo dentro…

¿Dónde habrán quedado los sociólogos con su definida etiología sobre el paro, el deterioro de la célula familiar, el bajo nivel cultural, la violencia de todo tipo, la miseria física y moral, el desamor a lo que se hace…?

Por otra parte, en este país nuestro cuando alguien pretende ser “popular”, hay que echarse a morir: produce la exaltación de lo descortés y el culmen de lo chabacano, y ni siquiera en Navidad descansa.

Aunque sea por unos días, habrá que echar a un lado tanto a los encantadores de serpientes que dejan atónito al personal, como a los que ejercen de certeras sibilas y nos quieren convencer de que aquello que nos planifican para nuestro bien futuro no son espejismos, sino paraísos tangibles. Tanto y tantos han engañado a este pueblo incauto, que ahora desconfiamos de todos ellos, porque “en boca del embustero, es la verdad sospechosa”.

Es Navidad otra vez; vivamos, pues, el presente y el ánimo de hoy, porque no hay futuro que valga sin un presente animoso, ni “puede ser el cuervo más negro que las alas”, ni “se remedia el desayuno por amargar la cena”. Entre el derrotismo de tantos y el triunfalismo de algunos hay siempre un ten con ten: la ecuanimidad con buena puntería. Los seres humanos somos así de simétricos, vamos desde la euforia al abatimiento, desde la admiración al desprecio, desde la parusía al apocalipsis.

Demandemos, pues, para el 2015 (año de elecciones de todo tipo en esta vieja España) un poco de respeto, prudencia y sensatez, sólo eso. Desde dentro de cada uno de nosotros siempre emergen nobles sentimientos; es nuestra Nochebuena interior la que recrea la luz, el bien, la esperanza.

Para el profeta Isaías, el hombre es como una gota de rocío en una brizna de hierba, pero para cada hombre su gota es lo más importante de este mundo: un mundo que para él es sólo el reflejo del mismo en esa gota. Pero las gotas de rocío suelen secarse antes del mediodía: eso es lo que hace más esencial a la mañana. Porque cada hombre -y cada mujer- sólo viven una vida.  

 

Feliz Navidad.