Muy interesante el discurso que ayer pronunció el Sr. Ministro de Hacienda en el Parlamento español para defender la ‘reforma fiscal’ del Gobierno. (Las comillas tienen que ver con el fondo de lo aprobado: lean al final del link “Las claves del sistema fiscal”).
Dijo el Sr. Ministro: “Necesitamos un nuevo impulso que nos lleve al puerto del crecimiento y la creación de empleo”. Vaya, y la reforma fiscal aprobada, ¿va a ser ese impulso?. España tiene un déficit fiscal de 60 mM€, debe 1 B€, y este año, en el mejorcísimo de los casos, va a crecer 12 mM€. La precariedad laboral está fuera de control, las rentas declaradas han caído el 5%, la tasa de pobreza está en el 24%, la sociedad se está escindiendo en tres grupos. Una reducción de impuestos de 9 mM, ¿de qué va a servir?.
También dijo: “Hay una izquierda que siempre se opone a bajar impuestos”. Mmmm. Si cree existe una izquierda que se opone a bajar impuestos quiere eso decir que hay otra que no se opone a bajarlos, ¿no?. Estaría pensando en aquello de que ‘bajar impuestos es de izquierdas’?.
Y lo más: “El peligro de naufragio de la economía española ha pasado”. Si el Sr. Ministro se refería a que España no va a quebrar, estoy de acuerdo, España no va a quebrar porque a nadie le conviene que quiebre, pero, ¿dónde está realmente la economía española? ¿qué papel desempeña en Europa?.
http://economia.elpais.com/economia/2014/09/18/actualidad/1411040575_904541.html
(Publicado 19.09.2014)
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/09/20/catalunya/1411240210_809038.html
Las preguntas: si ese ‘turismo de alpargata’ (así se le denominaba antes) se va, 1) ¿será sustituido por otro? y 2) ¿será sustituido por otro de no-alpargata?.
Ya lo hemos comentado en tropecientas ocasiones: España se ha especializado en un turismo barato, de bajo poder de gasto, de modales reprimidos en sus países y exteriorizados aquí, bebedor compulsivo en un entorno de alcohol barato en relación a su renta y, sobre todo, en relación al precio de sus países de origen.
Aquello a lo que antes se aspiraba: desarrollar el ‘turismo familiar’, un turismo de clase media / media-alta, pareja con niños, que se hospedaban en hoteles de cuatro estrellas, que iban a la playa pero-no-sólo, y que hacían excursiones con sus propios vehículos o con autocares y en las que hacían su buen gasto en souvenirs y en restaurantes bien, ha desaparecido de los objetivos.
El turista medio que hoy viene a España es una persona que se halla a años luz de lo dicho en el párrafo anterior. Busca lo que no tiene en su país a un precio bajo y, si puede gastando aún menos de lo que le habían dicho. Cierto, ya no se le llama ‘turista de alpargata’, pero un calificativo está empezando a ser utilizado ‘turista de (nombre de una cadena española de grandes superficies’: siete o diez personas embutidas en un apartamento o en una casita, y con un circuito muy simple playa-casita-playa-gran superficie donde cargar-casita-playa. Y alguna salida al pub de la esquina (de la urbanización). Este grupo tiene un subgrupo: el ‘turista-Magaluf’ disco-playa-hotel-balconing (si se presta y si hay ganas)-cervezas-disco-playa.
Claro, claro, también existe el turista cultural que va a buenos restaurantes tras pasar toda la mañana visitando museos y monumentos, y que hará eso durante tres o cuatro días para luego ir a otra ciudad o zona en la que volverá a hacer lo mismo durante tres o cuatro días más. Y que el último día irá a ‘tiendas buenas’ en las que adquirirá bienes caros en los que se ahorrará dinero respecto a lo que le costarían en sus países. Pero, ¿cuánto de este turismo viene anualmente a España y cuanto del otro? ¿Cuánto cuesta a los presupuestos municipales uno u otro turista?.
Y luego está el turismo-bomba: el de congresos y convenciones. Ese gasta, gasta la tira, no arma follón, va a hoteles de lo más o apartamentos top. De ese, desgraciadamente, viene a España bastante poco.
A España tradicionalmente ha venido, mayoritariamente, un turismo de tercer nivel. Vale, durante el franquismo escasas opciones había porque para tener una Costa Esmeralda o una Riviera es preciso invertir muchísimo e implementar unas condiciones que en aquella época era imposible: bastantes miserias había en España. El problema es que luego se siguió igual, salvo contadísimas excepciones.
No es que sea impensable un Saloufest en Biarritz, es que lo que es sintomático es que a ciertos estamentos les parezca bien que cada año se paseen por Salou cinco mil críos borrachos armando jaleo y vomitando por calles y parques; no es que sea imposible que suceda en algún barrio de Paris lo que en la Barceloneta lleva años sucediendo; lo realmente tremado es que haya personas de nivel que digan que el turismo no se toca porque es vital para la economía de …….…… (escriban en los puntos el nombre de a localidad que prefieran).
En España podía haber varias Costas Esmeraldas, varias Rivieras y varias Cotas Azules, y muchas zonas con turismo familiar como aquel al que antes se aspiraba, y ningún Magaluf, Barceloneta-show o Saloufest, pero para eso hace cuarenta años que debía haberse cambiado el modelo turístico con inversión, organización, voluntad, y soporte institucional, pero era más fácil hacer lo que se ha hecho porque era una forma fácil de obtener beneficios fáciles. Entérense lo que le sucede en Paris a un bar, club o restaurante sobre el que recaigan tres denuncias por ruido; ¿por qué no se importa tal ordenanza municipal en los ayuntamientos del reino?.
La realidad es tozuda. A España viene el turismo que viene, un turismo que por turista y en términos reales cada vez gasta menos por día de estancia. Un turismo que se halla a años luz de la clase media alemana que, por ejemplo, va de vacaciones a Viena. El problema es que si ese no viene, ¿vendrá otro?, y si viene otro, ¿cómo será?. Ya hemos llegado aquí, si, ya hemos llegado aquí.
(Publicado 21.09.2014)
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.