El cocido con moscancia

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Puede ser tambien el cocido de Casa de Anes, de El Berrón, de La Parte o de la Pola de Siero, de Tiñana o de la cuenca minera del Nalón, me refiero al cocido de garbanzos, tan popular –cada uno en su estilo- en Madrid o en Galicia, en Cataluña o Andalucía, en la cercana Astorga y, concretamente en Asturias, me da la sensación de que va decreciendo su demanda en beneficio de otros platos mas sofisticados.

Hagamos homenaje al estómago con el plato de nuestros antepasados que no siempre lo más moderno es lo más exquisito.

Casi casi, hay que recordarlo como plato insustituible en los almuerzos dominicales, con la sopa de fideos, caldo obtenido de la misma cocción y con la mezcla de sabores de todos sus ingredientes como son las patatas, gallina, ternera, hueso de caña, chorizos, jamón, tocino y el manjar sublime: La moscancia a quien ya dedicamos artículo de protagonista, por ser embutido muy poco conocido y que se va afianzando en los mercados y casas de comidas muy lentamente, pues hasta hace algunos  años,  cuarenta o cincuenta, en Oviedo concretamente, era una perfecta desconocida, no así en el  espacio comprendido entre Laviana- Gijón, donde fue dado a conocer gracias al ferrocarril de Langreo y a la carretera carbonera, ramificándose a otras localidades o pueblos cercanos a esta línea de comunicación.

Pero lo curioso del caso es que hace décadas, el cocido estaba considerado como el plato arreglo de la familia, del que podían participar familiares e invitados más de los previstos inicialmente, resolviéndolo la experta cocinera  con sólo añadir unas patatas más y un poco de caldo, asunto y eventualidad resuelta.

Mucho texto hay sobre el cocido de garbanzos, muchas anécdotas, muchos chistes y muchos recuerdos de tiempos de hambrunas para algunos no tan lejanos. Pérez de Ayala aseguraba que “la razón de que se le gastase tantas bromas al cocido era motivado porque se comía todos los días y que las cosas más preciosas dejaban de serlo con frecuencia, porque perdían la rareza”. Anécdota curiosa la que cuentan del torero Juan Belmonte en Lima donde fue invitado por un emigrante español a comer cocido en su casa,  a lo que el diestro contestó que una de las motivos por los cuales  se arrimaba a los toros, era para no volver a comer cocido en su vida…

Teófilo Gautier autor de “Un viaje por España” en el s. XIX contó que en Astigarraga “comieron sopa, luego cocido, plato típicamente español o mejor dicho,  único plato español, pues se come todos los días desde Irún hasta Cádiz y viceversa”.

En ocasiones hablamos del posible rescate de todos los honores de este manjar culinario, incluso ahora con jornadas gastronómicas como reivindicación del Camino de Santiago, más que nada, por  velar por su mantenimiento y con ello evitar su desaparición, y así nos encontramos como en Lalín, en Tamames, en Astorga o en Potes celebran jornadas de exaltación al cocido con los garbanzos zamoranos de Fuentesaúco que ya dice el refrán que el garbanzo y el ladrón de ese pueblo son, sin olvidar los más menudos de Pedrosillo de Alba,  los exquisitos segovianos de Arévalo o los cotizados onubenses de Escacena.

Hagamos homenaje al estómago con el plato de nuestros antepasados que no siempre lo más moderno es lo más exquisito.

MIGUEL A. FUENTE CALLEJA es el Cronista Oficial de Noreña.

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