ISOLINA CUELI

Cobayas de la economía

Niño Becerra nos recuerda que entre 1996 y 2007 España estuvo sumida en una irrealidad que le hizo vivir en un mundo inexistente"

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En Sexto de Primaria les enseñan a los niños de once años los tipos de gastos que existen y la conveniencia de hacer un presupuesto para cuadrar ingresos y gastos.

Pero esa teoría que estudian los más jóvenes, los adultos no la ponen en práctica. Mejor dicho, no se puso en práctica durante la primera década de este siglo XXI. Parecía que alguien estaba diciéndonos al oido, ¡tonto el que no se endeude!

Acabo de leer La Economía. Una Historia muy personal (Los libros del lince), escrito por el economista Santiago Niño Becerra, que nos cuenta, de forma detallada, cómo la gente picó el anzuelo del dinero fácil; cómo nos metimos en la rueda del consumo, “el elemento perpetuador del sistema capitalista” y cómo llegamos al “despilfarro”.
Aunque el libro se remonta a los anales de la historia, y el autor repite una y otra vez que lo de ahora viene de muy lejos, voy a centrarme en lo que todos vivimos.

Niño Becerra nos recuerda que “entre 1996 y 2007 España estuvo sumida en una irrealidad que le hizo vivir en un mundo inexistente, apoyado en el euro y canalizado a través del subsector de la construcción; el motor y el endeudamiento privado”. En esas mismas fechas, apunta el economista y catedrático de la Universidad Ramón Llull de Barcelona, “la deuda privada en España aumentó el 135 por ciento. Se creció mucho y muy rápidamente, pero a costa de generar una deuda gigantesca. Fueron años maravillosos de sueños y bienestar, pero financiados con crédito que en algún momento habría que pagar”.

Y por si no nos habíamos enterado el autor recuerda que “aquel estado de bienestar que se implantó después de la Segunda Guerra Mundial puede darse por acabado. El individuo, en términos de ayudas, cada vez está más solo, por lo que cada vez debe ser más responsable de sí mismo”.

Nos lo pueden decir más alto, pero no más claro: somos pobres y lo seremos aún más. Nos vienen tasas fiscales por todas partes, no se librarán de ellas ni los defraudadores más hábiles. La vaca -léase papá Estado- que todos tratamos de ordeñar está escosa. Los impuestos, que intentamos eludir, con todas las trampas a nuestro alcance, imitanto a muchos políticos, ya no dan para más.
Si los gobernantes no fueron a clase el día que les explicaron cómo se cuadraba un presupuesto, tendríamos que ser los gobernados quienes les enseñemos a administrar la cosa pública con conciencia y con el mismo método casero que utilizan las familias para llegar a fin de mes, que nunca comprarían langosta si sólo tiene dinero para sardinas.

Como dice Niño Becerra, la Economía es una Historia personal y, a diario, todos influimos en la Economía con mayúsculas. El simple hecho de comprar en una tienda o en otra, ya es economía. Cuando elegimos entre un producto local, nacional o de importación influimos en la economía.
En España seguimos sin Gobierno y metidos de lleno en un cambio de modelo económico. Sin enterarnos, somos las cobayas con las que se está experimentando una salida al atolladero en el que estamos inmersos. Un redil en el que entramos, sin enterarnos, y del que no hay escapatoria. A ver a qué abismo nos llevan esta vez, mientras nos dicen que será nuestra salvación.
¡Buen camino!

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