GONZALO BARRENA

Kangas Mountain

A la bajada de L'Arbolín, había dos rapaces indígenas en el grupo de cabeza

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Seguí con interés la carrera entre valles y cumbres de Kangas con “k”, en un inglés postmoderno “tipo sporting”, que es como se escriben las cosas en el latín de ahora. No pasa nada: el inglés es lo de menos comparado con relieve, dificultad y distancia, porque la prueba era trilingüe.

A la bajada de L’Arbolín, había dos rapaces indígenas en el grupo de cabeza. En la línea de meta, también. Pablo Sierra y Víctor Fernández, con demasiada juventud para tamaños resultados, ocuparon un 4º y 5º puestos gloriosos, en posición de asalto y certificada víspera de podium. Enhorabuena a la cantera local, que se batió entre cabraliegos, vascos y demás ADNs cantábricos, todos ellos pares en esto de subir y bajar.

Y desde la cómoda posición de público, ¿qué se vió?: pues deporte puro y duro pero humano: el esfuerzo y el itinerario estuvieron al alcance de todo aquel que contara con preparación y salud, pues en palabras de Julen Lazarrea, su ganador, “ésta era era una prueba de correr”. Sin perjuicio de las traveseras y respetando a la afición, la Kangas Mountain o la Subida a Los Lagos son lides humanas, accesibles, duras y deportivas, sin duda, pero populares, es decir, al alcance del pueblo, y con un balance positivo en la resta deporte-sufrimiento. El temple del vasco que ganó, la humildad de sus declaraciones y el sostenido estilo que mantuvo desde el comienzo al final, lo condujeron a la victoria, y a los corredores -anfitriones o no- al digno honor de ser noblemente vencidos, sin corrupción ni trampas, o polítika.

Una organización impecable, también indígena (palabra que señala lo que crece en el lugar), demostró que no hacen falta ocho apellidos urbanos para producir eventos con excelencia. Todo bien, enhorabuena y una nota final: entre los más de cuatrocientos inscritos, la primera de 20 mujeres entraba a menos de una hora del ganador en el absoluto puesto 52, es decir, por delante si no más de 300 varones y casi una hora antes del 200, o mitad de hombres. Los géneros, entrenados en la igualdad y sin fobias de autobús, tienden a juntarse.

Gonzalo Barrena. Profesor

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