LUCIANO HEVIA NORIEGA

Mudanza

?Recuerdan el tortuoso viaje de vuelta de Ulises a su añorada Ítaca?

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Mudanza

 

Dice un proverbio chino que una mudanza equivale a dos incendios, aunque otros lo atribuyen a la tradición rusa o a Benjamin Franklin y le cambian la proporcionalidad. Agustín de Hipona (o Ignacio de Loyola, según quien lo cuente) no se pone tan apocalíptico y se limita a advertirnos de la mala idea que supone hacer mudanza en tiempos de tribulación. No es que haga oídos sordos a tan sabias advertencias, pero no nos ha quedado otro remedio que ponernos manos a la obra, porque el tiempo apremiaba. Y, la verdad, es que no se nos ha dado tan mal. Tampoco había nada de valor que trasladar, pero dado mi acusado síndrome de Diógenes y mi natural tendencia a lo acumulaticio la empresa podía derivar en complicada. Falsa alarma: los consabidos y conocidos peajes carísimos y el inherente cansancio al embalaje y desembalaje de los bártulos. Solo eso.

Frente a la sencillez de este proceso, la complejidad kafkiana que supone intentar darse de baja (de manera unilateral, lo reconozco) de la compañía  que nos suministra los servicios telefónicos, televisivos y de internet, Vodafone-Ono, por más señas, que no está bien tirar la piedra y esconder la mano. No voy, paciente e improbable lector, a castigarles con un relato prolijo y pormenorizado de mis cuitas con operadores con los que sería más fácil entenderse en sánscrito que en el común idioma compartido, ni de los contestadores automáticos que ni contestan ni parecen tener fijado el automatismo, ni de las largas esperas con la oreja pegada al invento del diablo, ni de la jerga abstrusa con la que te obsequian una vez tienen a bien atenderte, ni de los múltiples inconvenientes que te ponen… ¿Recuerdan el tortuoso viaje de vuelta de Ulises a su añorada Ítaca? Pues un juego de niños al lado de esto, oiga.

Pero, como cualquier cosa susceptible de empeorar, empeorará, lo mejor está por llegar: cuando me creo ya liberado de tan pesada carga, recibo una llamada de la empresa en cuestión en la que me ofrecen una mejora sustancial de las condiciones que venía disfrutando / padeciendo. Evidentemente, a la amable empleada encargada de tal menester y totalmente inocente de los agravios pasados, le dije educadamente que se podía meter su oferta por el culo.

Y aquí quería yo llegar: ¿Por qué en lugar de premiar la fidelidad de sus abonados y hacerles guiños de vez en cuando, las empresas optan por trasladarte la oferta buena cuando el nivel de encabronamiento no admite vuelta atrás? ¿Qué opinan los gurús de la mercadotecnia de esta práctica? ¿No recuerda esto vagamente a esos políticos, bienintencionados o interesados, que ahora se aprestan a ofrecer posibilidades de pactar legalmente cualquier tipo de asunto cuando se llevan negando a ello desde la noche de los tiempos? ¿No hubiera sido mejor hacer esta oferta, si realmente la creemos válida, antes de que la desafección fuera irreversible? Pero, bueno, esta es otra historia y yo había venido aquí a hablarles de mi mudanza y de mis rifirrafes con las multinacionales de la Pérfida Albión.

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