FIESTAS DE SAN ANTONIU

Campo Viejo puso al Teatro Colón en pie

Pregón de recuerdos del Cangas de Onís de los años 70 y 80 del siglo pasado.

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José Antonio Campo Viejo, pregonero de San Antonio

El cocinero cangués, Hijo Adoptivo de Parres y que ostenta una Estrella Michelín en su restaurante El Corral del Indianu de Arriondas puso en pie a todo el público que abarrotó hoy el Teatro Colón de Cangas de Onís, donde se dio el pistoletazo oficial de salida a las fiestas de San Antoniu 2017.

Campo Viejo recordó su infancia porque, como ya dijo parafraseando al poeta alemán Rilke en la entrevista con EL FIELATO, “la verdadera patria del hombre es la infancia”. El cocinero del Zanjón recordó a "personajes" cangueses que se "cruzaron" en su infancia y juventud como Angelín el de la Moda o Gaspi el del Torreón.

 

Pregón Íntegro de San Antoniu 2017.

Alcalde, corporación municipal, otras autoridades,comisión de fiestas, amigos, vecinos, todos
BUENAS TARDES

Quiero ante todo agradecer a quién corresponda, el haberse acordado de mi para el honor de esta lectura del pregón de fiestas de San Antoniu, gracias de todo corazón y gracias también a todos vosotros, los que estáis ahí enfrente. No tengo palabras para tanto afecto y no es que os la vaya a decir cantando, pero os lo diré como el cantar

A TODA LA CONCURRENCIA
UN SALUDO CARIÑOSO.

Dijo un poeta alemán, -Rilke- y quedó para la posteridad, que ”la auténtica patria del hombre es su infancia”,.. yo sin ser poeta, lo reafirmo,  me llega al alma esta cita y me viene al pelo para definir lo que siento, porque siento la fortuna de una infancia rotundamente feliz, que transcurrió en el mejor escenario posible, Cangas de Onís.

Nací hace cuarenta y pico de años, en el número cinco de la Calzada de Ponga y ahí me crié, en el barrio del Zanjón, junto a la plazoleta de la calle San Pelayo, dónde estaban la madreñería, y el almacén de bebidas de Lamberto y el bar de Delfina, la panadería de Naty y la carnicería de Teresina y la frutería de Sindo. También estaba la cárcel y la señora que vivía allí y estaba encargada, se llamaba Severina. Luego bajando y pasando lo de Hevia estaba el Ovetense y la  peluqería de Pilili, que siempre estaba de buen humor.. y justo enfrente, al final de la plazoleta estaba lo mejor, Casa Ricardo, un templo de morenitos y caramelos y sobres de soldaditos que comprábamos cuando juntábamos un duru y cuando no lu juntábamos, pues íbamos igual, a ver a Ricardo que siempre nos contaba algo, lo mismo que íbamos a La Moda a ver a Angel y muchas veces nos regalaba un pañuelín de dibujos, había pa críos y pa crías, todos puestos en las cajas, planchadísimos,  y nos decía ,-ála, escoger unu- y con el pañuelín y los chuches cruzábamos a la impletar , a ver a Luisa poner los sellos de colores en las quinielas y de paso hacer unas rabias a Pitágoras, su perro, que siempre andaba por allí.No se las horas que pasábamos en la calle, supongo que las mismas que los niños de hoy pasan frente a los ordenadores que escriben su infancia, tan distinta en todo de la mía.
Teníamos de todo sin tener de casi nada.

Eran tiempos de vacas flacas, en general y en mi casa en particular, que éramos bien humildes, bueno, eramos y somos, porque la humildad, creo yo, está entre todo lo que no se puede perder en la vida .

Recuerdo también un bar que hubo durante un tiempo en el bajo del edificio dónde vivíamos, era como una sucursal del Piloña que estaba en la plazoleta y tenía el comedor en el hueco  de la escalera de subir a nuestra casa, así que desde arriba, podíamos encender y apagar la luz cuando la gente estaba comiendo, hasta que Pepe salía a reñir, "¡¡..Esa luz!!" con pocas ganas, la verdad, porque él tenía la misma devoción por los críos del barriu, que por los clientes. Para nosotros era una diversión, una de tantas, que diversiones no faltaban.Tocábamos todos los palos, tan pronto poníamos una tienda, como hacíamos teatro, de hecho Rocío Blanco y yo, eramos los actores del barriu, ensayábamos en la calleja del Pedrosu y aquí en el cine Colón fuimos pareja artística en festivales y nacimientos vivientes varias veces de aquellos años.

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En aquel barriu míu, como en los demás había entoces muchos  críos y se aprovechaba bien la circunstancia de la vecindad. Todos fuimos grandísimos amigos en aquel tiempo que nos tocó pasar juntos. Las estrecheces, supongo, nos enseñaron desde bien pequeños a articular la vida en torno a la palabra COMPARTIR, de hecho vivíamos compartiendo, no quedaba más remedio y sin embargo este fue el ejemplo más claro de hacer de la necesidad virtud, porque lo mejor que nos puede pasar en la vida es gozar de esa capacidad para compartir. Las penas se hacen más livianas, las alegrías más esplendorosas y los éxitos más brillantes.

Compartiamos el tiempo y los juegos, y los estudios y la vida que ya empezaba a pasar sin que nosotros lo supíerámos, en aquel tiempo sin internet, con dos canales de televisión en blanco y negro, que nunca se veían bien, y sin teléfonos móviles, aunque por lo demás había de todo en este pueblo tan lleno de críos y aventuras, que a la mirada de entonces nos parecía más grande y más diverso que el mismísimo Nueva York.

Entonces en Cangas había dos cines, El Park y El Colón, dos salas de juegos, El Borinquen y Gayfer, una playa pequeñina en la Carretera Cañu, un frontón en Contranquil y un montón de barrios y rincones llenos de secretos que entre todos guardábamos celosamente, como la máquina de helaos que tenían en el Hotel Ventura, yo iba muchas tarde con mi hermana Isabel, supongo que no todos los días, igual sólo era los domingos, pero cuando llegábamos Oscarín nos recibía como si nos estuviera esperando y siempre decía –“A estos dos críos, tan buenos, hay que dales los helaos muy grandes y de dos gustos, mantecao y chocolate”, y los dos gustos de dos colores salían juntos por la misma boquilla y nosotros allí, impacientes mirando, era como dos regalos, ver salir el helau y comelu después.  Fue el año que nació mi hermano pequeño y los dos helaos costaban 14 pesetas.

Aquel verano empecé a enterarme que el poder de una sonrisa, es infinitamente superior a cualquier otro. No lo olvidemos, transladémoslo a las futuras generaciones, porque si de algo estoy orgulloso en esta tierra de Cangas, es de la hospitalidad de los Cangueses. Ese carácter humano, campechano y en esencia bueno , fue el que conquistó a un maño que hace casi un siglo vino por trabajo desde Huesca, conoció una buena moza en Cabrales y juntos ya, decidieron iniciar una vida, en realidad tres, aquí, en Cangas de Onís.

Muchas veces pienso que si entonces hubiera habido móviles y videojuegos, no hubiéramos tenido tiempo de andar con ello, porque la verdad no parábamos, ni en la calle, ni en casa, dónde nosotros éramos unos cuantos, porque aunque no teníamos primos, ni otros familiares en Cangas, si tuvimos hermanos, la familia de Ismael Miyar y Mary que fue la misma que la nuestra desde siempre, así fuimos seis hermanos, con dos casa y un coche en el que cabíamos diez personas muchos domingos de playa.

Eran veranos infinitos, que pasaban volando. Empezaban en junio, al terminar la escuela, unos días antes de la foguera que calentaba el ambente para el gran día. No olvidaré nunca aquellas mañanas de San Antoniu, las conservo intactas y pegadas al recuerdo de mi padre y los zapatos que llevaba impecables y y la corbata que ponía dos veces al año, en Navidad y en San Antoniu, para celebrar la fiesta del pueblo, con los hijos vestidos de asturianos o estrenando algo de ropa, gracias al talento que mi madre tenía para hacer matemáticas y multiplicar lo poco que hubiera, y más tarde con la nieta, mi hija Carlota, en brazos o de la mano o junto a ella en la procesión, en primera fila, así mi hija fue desde sempre tan canguesa como él, porque mi padre, el maño, era sobre todo de Cangas,mtal vez un poquitín más aragonés que asturianu, pero más de Cangas qe de ningún otra parte.

Después de San Antoniu, el verano pasaba a toda prisa, lo mismo que pasaron los años y entre juegos y amigos y fiestas nos fuimos haciendo grandes y había qe trabajar.Yo empecé en el Torreón, cuando la edad de hacerlo no debía ser muy rigurosa, porque no se la edad qe tendría pero era bien criu. Empecé de camarero con Gaspar, después de otros trabajos menos serios que había hecho, sacar ptatas, hacer recaos y cosas así ,-que entonces siempre había, pero mi primer trabajo de verdad fue con él, con Gaspi y hoy se que mi destino en la cocina ya empezaba a escribirse entonces . Una noche de invierno, y de semana , que apenas había gente por la calle y muy poca en el bar,llegó a cenar una pareja de fuera. El hombre resulto ser el historiador Iam Gibson. Cenaron y al terminarcomentó que la cena estaba muy buena y pidió que transmitieran ss felicitaciones al cocinero. Al COCINERO dijo. Y Gaspar, resuelto como era viene y me dice “Mañín , pon esta chaquetilla” y salimos los dos y allí me presentó. ”Sres. El Cocinero”, se deshicieron en elogios conmigo y lo mejor de todo es que yo no había cocinado nada, pero acepté encantao las felicitaciones que correspondían a Mary Sol y a Luisa, las verdaderas cocineras. Así era Gaspar y así le recuerdo siemprecon la infinidad de afectos que le guardo.

Y entre anécdotas, trabajos y estudios, el tiempo empezaba a volar y llegué a la mili. A Astorga, allí fue dónde empecé a cocinar y acobrar por ello, 10.000 pesetas al mes.

Yo no se si el destino está escrito o discure sólo, pero siento que el mío estaba ya determinado cuando terminé el servicio militar. Volví a Cangas, al mi pueblu y busqé cocinas para trabajar, así pasé por La Cabña de Javi Avellanosa, por el Español de Arriondas y me fui acercando a la mía, a la del Corral del Indianu, hace ya 20 años.

Me siento afortunado. Con muchísimo esfuerzo y codo a codo con Yolanda, mi timones, a base de muchos desvelos, conseguimos levantar un sueño. Un sueño que a veces pienso que nací con él y lo mejor es que se cumplió aquí, junto a casa. Crucé el río, nada más, y me establecí en la otra orilla del Sella,al lado de lo que fue toda mi vida, en Arriondas , de dónde me hicieron hijo adoptivo y de dónde como tal me siento.

El día que se abrió El Corral del Indianu, curiosamente entre los primeros clientes,estaba Angel el De La Moda, y aún con el trajín y los nervios de todos los comienzos , encontré ocasión para mirar de rojo al comedor varias veces y llenarme de paz, volviendo un montón de años atrás , a esti pueblu míuy a los vecinos que hoy estáis casi todos aquí, bueno, casi no, estáis todos porque los que no pudieron venir los traigo en mi corazón.

Imagino, sueño, antes de terminar,que el tiempo no ha podido con nosotros, que el martes como siempre Maruja acompañará la procesíon con su eterna sonrisa, acompañando un Santu tan suyu y  que entre vosotros, entre todas esas caras , tantas de ellas conocidas hay alguna más, la de un hombre, vestido de traje. Lo habría comprado hace meses exclusivamente para la ocasión. Estaría orgulloso, feliz. Era un hombre que sabía disfrutar y emocionarse.

Por eso yo hago hoy acopio del legado de nuestros mayores, los que ya no están pero permanecen, del legado de mi padre , el maño y su eterna pasión por la vida, como aliento para gritar muy fuerte

Viva Cangas!!
Vivan los cangueses!!
Viva san Antoniu!!






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