VICENTE G. BERNALDO

El chalé de la crisis

Preocupa más que alguien se compre un casoplón que prostituya su ideología política en aras de intereses personales, grupales o políticos

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El chalé de Pablo Iglesias

 

Mi proyecto vital nunca incluyó la compra de un chalé de medio lujo y una hipoteca a unos cuantos años vista. Ni en Galapagar ni en la Venta del Pobre. Pero tampoco pediré un crédito para comprarme un yate o un cochazo de lujo, similar a un Fórmula 1. Quien quiera seguir el rastro de mis ahorros que indague en las agencias de viajes o en los hoteles de las ciudades que visito. Cada uno es rehén de sus estéticas. También es verdad que a estas alturas de mi recorrido y transcurridos unos cuantos lustros de existencia, nadie me concedería una hipoteca a treinta años y ni siquiera a cinco. Pero el hecho de que a mi no me interese comprarme un chalé no significa que no entienda que cada uno pueda adquirir el lujo que le plazca, siempre que disponga de dinero para ello y éste no proceda de actividades ilegales.
 

Por esta razón no seré yo el que arroje más leña al fuego de la residencia en el campo de Pablo Iglesias e Irene Montero, porque tienen todo el derecho del mundo a hacer con sus ahorros lo que más les convenga. O lo que más le entretenga. Si acaso, cierto reproche de incongruencia por haber puesto de chupa de dómine a algunos políticos que hicieron antes lo que ellos hacen ahora. Por ejemplo, Luis de Guindos. Pero ser incoherente no es ningún delito, ni siquiera motivo de crítica o de moción de censura. El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. 

La superficialidad con la que se contempla la política española tiene estas cosas. Preocupa más que alguien se compre un casoplón que prostituya su ideología política en aras de intereses personales, grupales o políticos. Y por esta razón, el chalé de los dirigentes de Podemos se ha convertido en el chalé de la crisis y ha sido carne de portadas informativas, no solo en la prensa amarilla, sino en la supuestamente más seria.
  

De esta superficialidad beben todos, incluidos los chicos del partido morado. Que se monte un cirio porque se compren un chalé es una estupidez, pero que se haga de esta compra una crisis política es todavía más frívolo y someter a la decisión de las bases si prosiguen en la cresta de la ola o se dedican a cuidar a sus retoños en el prau de la casa, una irresponsabilidad de tomo y lomo, salvo que se quieran acallar las críticas con un plebiscito como los de los tiempos de la autarquía.
   

Los suizos, que son los reyes de la democracia directa no apelan a ese modo de decidir sus discusiones en aspectos banales, sino que reservan sus consultas ciudadanas a aquellos asuntos que son de especial relevancia. Y es verdad que son unos cuantos, pero tienen claro que una cosa es la vida personal y otra la cuestión de los asuntos públicos.
  

A mí lo que más me molesta de esta polémica sobre el chalé de Podemos es la concepción que tienen muchos ciudadanos, y también bastantes personas que se sitúan en el espectro de la izquierda, que solamente las gentes con capacidad económica elevada tienen la posibilidad de acceder a los mayores lujos y asumen que los rojos tienen que seguir viviendo en ciudadelas, calzando alpargatas y vistiendo con trajes de Mahón. Y es que muchos confunden la austeridad con la cutrez.    

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