LUCIANO HEVIA NORIEGA

El enésimo caso aislado

Hay cantinelas que, a fuerza de ser machaconamente propagadas, llegan a calar en el imaginario popular

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Corrupción política

¿Cuántas veces tiene que repetirse algo para que dejemos de considerarlo un caso aislado? ¿Una? ¿Dos? ¿Mil? ¿Un millón? ¿O, dado que el lenguaje nunca es inocente, queda más bien al arbitrio del consumidor?

Hay cantinelas que, a fuerza de ser machaconamente propagadas, llegan a calar en el imaginario popular, que las interioriza como propias más por resignación que por verdadera convicción. Durante años hemos asistido a dos corrientes mayoritarias relativamente equilibradas: la de “todos los políticos son iguales”, casi siempre en boca de aquellos que, para reafirmar su aserto, nunca cambian la orientación de su voto, no vaya a ser que la realidad desmonte la teoría; y la de “la corrupción es algo aislado y la proliferación de casos descubiertos demuestra que el sistema funciona”, muy en boga entre políticos profesionales, gente bienintencionada e ingenua o lerdos irremisibles, ajenos a evidencias estadísticas y decisiones judiciales tan palmarias como las padecidas recientemente.

Yo no participo, para variar, de ninguna de ellas: no creo que todos los políticos sean iguales y tampoco que la corrupción sea minoritaria, sino que más bien impregna todos los ámbitos sociales y profesionales, no solo el político, como desvela el hecho de que para que haya corruptos tiene que haber también corruptores. Afortunadamente, los voceros del poder ya no se atreven a calificar el penúltimo caso con el ominoso adjetivo y prefieren capear el temporal apelando a otros placebos que los mindundis de turno siempre estamos dispuestos a consumir.
Algún purista me afeará el oxímoron del título, pero me declaro inocente por irresponsabilidad, ya que no tengo la culpa de que la realidad sea contradictoria. ¿O acaso no es un oxímoron que un Fiscal Anticorrupción maquine, presuntamente, para limitar las investigaciones contra la corrupción? ¿O qué gentes tan liberales y tan partidarias de adelgazar el sector público no le hagan ascos al saqueo de lo que es de todos en lugar de rapiñar desde la actividad privada? ¿O qué entre los altos cargos, escasos por principio, abunden los parentescos y se repitan los apellidos en un nepotismo que pretende hacer buena la máxima de “la familia que roba unida, permanece unida” (aunque sea en la cárcel)? ¿O qué por fin hayamos encontrado la conexión chavista y bolivariana con la política nacional y no sea podemita sino azulona? ¿O qué instituciones pretendidamente ejemplares y de rancio (el adjetivo no es gratuito) abolengo tengan amistades tan poco edificantes y jaleen a los compi yoguis de turno?

Y podría seguir encadenando oxímoron como un mediocre émulo de San Juan de la Cruz, cambiando, eso sí, la lírica de nuestro místico y sus soledades sonoras, su ternura hiriente o sus calladas músicas por temas más prosaicos y ramplones, a la altura de los timoneles que hemos puesto a cargo de la nave común. Pero no lo haré, porque luego Javi me riñe por no respetar la extensión. Mejor leamos al de Fontiveros y dejemos de votar corruptos, que nos salen caros.

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