OPINIÓN

Fiestas

Viajar es aprender y, entre otras muchas cosas, nos permite discernir quiénes somos y cómo nos trata nuestra cultura

 

He aprendido que nada se resiste al paso del tiempo si no es sobre la base sólida de las tradiciones y las costumbres, que pasan de abuelos a nietos y son respetadas por los más jóvenes que de nuevo las ponen en marcha. Eso podría ser una definición de cultura.

Nuestros anteriores nos dejaron un valioso legado para mantener las tradiciones de las fiestas, año tras año, porque las nuevas ideas no deben imponerse a las anteriores o imponerse por completo, sino más bien deben superponerse las unas con las otras. Y de esa manera iremos convirtiendo en un clásico las fiestas locales porque el material del que están hechas y de quienes las llevan a cabo es imperecedero, a la vez que cambiante de comisión en comisión, de generación en generación. Y eso es mantener una tradición, porque tengo para mí, que la mejor manera de mantener las tradiciones es volviendo a sus orígenes.

En Ribadesella villa, tenemos una fiesta de gremio marinero: Guía, otra de barrio: S. Miguel, y Sta. Marina como colofón a tres zonas de Ribadesella, es decir, el muelle, el Cobayu y la Playa (como fue su origen). Y además durante los tres meses de la temporada estival: julio, agosto y septiembre. A todas ellas se unen como fiestas locales; S. Juan en junio y la fiesta de invierno; el martes de carnaval. No necesitamos grandes esfuerzos porque ya están situadas esas fiestas. Sólo necesitamos potenciar nuestra tradición local, nada más. Pero Ribadesella es como esas personas que cuando están solas, están en pésimas compañías.

Viajar es aprender y, entre otras muchas cosas, nos permite discernir quiénes somos y cómo nos trata nuestra cultura. Es muy sencillo preguntarnos en Ribadesella quiénes somos, pero no puede durar toda la vida la respuesta, especialmente cuando no sabemos apreciar si nuestra herencia es una semilla o un fruto.