Opinión

Las fiestas del pueblo

Las fiesta de pueblo

La mayoría de las reivindicaciones laborales suelen ser muy razonables, otras son discutibles, y algunas (pocas, pero las hay) son claramente un abuso en el que un grupo de trabajadores trata de disfrazar de peticiones legítimas lo que, en puridad, no son más que privilegios corporativos que van en contra del bien común y solo favorecer a determinados colectivos, ya de por sí bien asentados.

Este tipo de abusos sindicales suponen un desprestigio para las justas exigencias de empleados que se encuentran en una posición difícil y que plantear mejorar sus condiciones de trabajo con propuestas que, independientemente de que sean asumidas por la patronal, tienen visos de legitimidad.

 Es curioso que la mayoría de las exigencias que no vienen a cuento se produzcan en las administraciones públicas o en empresas de corte institucional, quizá porque lo público es de todos y no es de nadie, como acostumbran a argumentar algunos conseguidores. Curiosamente son aquellos organismos que viven de los presupuestos los que deberíamos cuidar con más esmero a la hora de distribuir el gasto en aquellas cuestiones que tienen que ver con los empleados y funcionarios.

Traigo a colación esta circunstancia después de haber sido testigo de un acontecimiento sindical que debería avergonzar a sus protagonistas. En el anterior mandato del ayuntamiento de Langreo, a la hora de negociar el convenio colectivo, algunas centrales se destaparon con la demanda de la percepción de un bono de 175 euros para todos los trabajadores (aproximadamente unos 400) con el fin de que pudieran disfrutar con más recursos económicos de las fiestas del pueblo.

Comoquiera que al equipo de gobierno, comandado entonces por Jesús Suárez Antuña no le pareció razonable la petición, los sindicalistas realizaron durante 47 días un encierro en las dependencias municipales para sostener su demanda que, por otra parte, no aclaraban si las fiestas eran las de La Felguera  (San Pedro) o las de Sama (Santiago) Quizá por eso sugerían que el pago del citado bono, que representaba un desembolso consistorial de unos 70.000 euros se realizara en el mes de septiembre.

La reacción de los representantes de los trabajadores no se quedó solo en el encierro, sino que llegaron a amenazar al concejal de Personal con darle de ostias sino se cumplían sus reivindicaciones. Pasan estas cosas cuando el matonismo sindical se acerca más a los métodos de Jimmy Hoffa que a los de Marcelino Camacho o Nicolás Redondo. Los mismos trabajadores que se movilizaban por la fuerza para poder gastar más dinero en las fiestas del pueblo fueron los que dejaron abandonada a una compañera en el interior de una fosa del cementerio, quitándole la escalera para que no pudiera volver a la superficie porque no secundaba sus locuras reivindicativas.

En las últimas elecciones, cambio el signo del gobierno municipal (que a lo mejor era lo que querían los reclamantes) y parece que las cosas se han calmado, aunque no se tiene constancia de que la nueva alcaldesa haya accedido a aceptar esas peticiones sindicales. Como las fiestas son en verano, parece que aún hay tiempo. Os seguiré contando.