MARIJE AMIEVA

Fundamentalismo y estupidez

Vivimos en una sociedad de imbéciles.

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Una pancarta rezaba “Usaremos vuestra democracia para acabar con vuestra democracia”. Y quien la sostenía no era un barbudo de esos que avanzan por el desierto sobre un todoterreno, armado con un Kalashnikov y dejando un reguero de sangre a su paso. Era un joven musulman quien lucía este emblema a las puertas de la universidad londinense donde estudia. Se imaginan donde hubiese terminado el chaval si sentenciase el cartel con un  “VIva Franco” o “Heil Hitler”? Ya ven, perseguimos nuestros totalitarimos, pero a los nazis de importación les permitimos campar a sus anchas. No vaya a ser que nos tilden de racistas... Vomitivo, si.

Vivimos en una sociedad de imbéciles. Ignorantes profundos con menos luces que un semáforo apagado. Borregos que son incapaces de distinguir “tolerancia” de “permisividad”. El problema es que, para cuando estos memos se caigan del guindo, nuestro sistema de derechos y libertades ya será historia. Habrán utilizado nuestra democracia para aniquilarla.

Existen varios terminos que han sido prostituidos en Occidente. José Mújica, ex presidente de Uruguay, apunta uno de ellos: “austeridad”. Los gobernantes europeos han recurrido a este vocablo para privar a la ciudadanía de los servicios y derechos mas elementales. Lo llaman “austeridad” cuando quieren decir “austericidio”.
Voy a mostrarles otro caso de prostitución de una palabra: “tolerancia”. La Real Academia la define como “Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”. Hasta aquí todo bien. Y una llega a Londres, la ciudad mas cosmopolita del planeta, abanderando la tolerancia y pidiendo paz y amor. Hasta que empieza a contemplar la realidad. “Cállate, mujer”, dice un cuarentón con la cabeza envuelta en un turbante. Otro viejo de chilaba, barbudo como el que más, me mira con cara desquiciada mientras me grita en árabe, encabronado por la generosidad de mi escote y la vistosidad de mis labios rojo putón. Y en un supermercado tienes que soportar que una veinteañera, tapada de los pies a la cabeza, te ponga a bajar de un burro por decirle a su hijo que se esté quieto cuando te está moliendo a patadas las espinillas. “No deberías hablar así a un hombre!”, exclama. Y cuando contestas que es un niño y debe respeto a los adultos te espeta un ”¡racista!”. Y se queda tan ancha. Como si le hubieras dicho que, por ganas, le quitabas la mierda de trapo que lleva en la cabeza para que se le oxigene el cerebro. En el momento que una grita que no acepta eso, que se niega a que gente como esta viva en Europa, después de que millones de personas perdieran la vida defendiendo nuestro sistema de derechos y libertades, la acusan de xenófoba, racista e intransigente. Con dos cojones y un palito, queridos lectores. La pregunta es... ¿conmigo no tienen que ser transigentes? ¿No deben ser tolerantes? Desde cuando “tolerancia” significa “derecho a imponer costumbres minoritarias”?

Los atentados de París han evidenciado que también hemos dinamitado otro termino: “integración”. Resulta que algunos de los terroristas eran belgas y franceses, inmigrantes de tercera generación. ¿Cómo es posible que alguien, cuyos padres han nacido en Francia, no se sienta identificado con absolutamente ningún valor de la República, un pais que se lo ha dado todo? No faltara el tonto a las cuatro que responda que el Estado los mantenía en guetos. Querido lector, llegué a Reino Unido con una mano delante y otra detrás, sin hablar una palabra de inglés. Al mes estaba trabajando, y desde entonces, no he parado. El Estado no me ha dado absolutamente nada. Jamas recibí una ayuda.

Soy inmigrante, si, pero europea. Así que mientras me parto el lomo y pago autenticas fortunas por vivir en zulos, otros reciben pagas por tener hijos, casa gratis, sanidad, educación y subsidios por desempleo (sin haber cotizado una libra). ¿De qué guetos hablamos? Como puedo hacer para vivir en uno? Y la gran pregunta es... ¿qué se les exige a cambio de todo esto? ¡Nada! Ni tan siquiera que se integren y respeten nuestras normas. Así que, una llega a la conclusión de que “integración” ahora significa “repartir pagas con derecho a pernada”.
El problema es que los europeos tenemos que integrarnos por nosotros mismos. Unos comparten garaje con tres personas, otros viven entre ratas... Vamos, la cara B de “Españoles en el mundo”, ese disparate de programa que pinta la emigración como un crucero en primera clase.

Y para finalizar, cerrando este Puntín dedicado a fundamentalistas y cenutrios, culmino con los refugiados sirios. No son terroristas, esta claro. Pero es igual de evidente que entre ellos se esconden terroristas, no sólo porque ya ha habido detenciones, sino porque Estado Islámico se incautó de entre 1.500 y 3.800 pasaportes en blanco después de asaltar la oficina de expedición. Bueno, pues cuando este país de cínicos se volvió loco para ayudar a los inmigrantes sirios -como si en Nigeria no hubiese guerra, como si el hambre no matase más que una bomba o una patera- yo alcé mi voz. Decía que no se podía permitir que campasen por Europa personas sin ningún tipo de control porque ISIS los estaba utilizando como caballo de Troya, como medio para penetrar en el continente.

Defendía y defiendo que se ayude a los refugiados, pero pido que la solidaridad venga acompañada del sentido común. Porque nadie puede tomarse la justicia por su mano, aunque sea con la mejor de las intenciones. Sugería que se les mantenga en campamentos humanitarios bajo control. ¡¡¡¡Mamma mía. Casi me comen el alma!!! Desde racista, hasta xenófoba. Me cayo la del pulpo. Gente que no salió de casa me venía a decir que esos campamentos no reunían condiciones. “¿Y los garajes compartidos en los que viven los españoles en Londres si las reúnen?”, respondía. “La ignorancia es muy osada”, que diría mi amigo Borja.

El caso es que ha aparecido un pasaporte sirio, que resultó ser falso, junto a uno de los terroristas. Grecia ya ha confirmado que el titular del documento había entrado en las islas con otras 68 personas. Serbia ha comunicado que el sujeto en cuestión solicitó asilo. Vamos, que el terrorista se movió por Europa como le apeteció. Sea robado o falsificado, esta claro que existe una conexión. ¿Alguien necesita más evidencias para establecer un vínculo? No hay mayor ciego que quien no quiere ver. Señala el gran Arturo Pérez Reverte que “son peor los estúpidos que los malos”. Porque como bien dice el maestro, “es contradictorio, peligroso, y hasta imposible, disfrutar de las ventajas de ser romano y al mismo tiempo aplaudir a los bárbaros”.

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