El Puntín Sobre la "i"

Integrismo y Día de Asturias

Marije Amieva analiza esta semana el integrismo islámico partiendo del Día de Asturias


"No he escuchado alzar la voz a ninguna mamarracha de esas que pide a gritos la igualdad y se queda muda frente al burka o la prueba del pañuelo"

Hace unos días la región se vestía de gala para celebrar la jornada patria, el Día de Asturias. Cada 8 de Septiembre rememoramos nuestra historia, con Covadonga como epicentro de las celebraciones. Honramos nuestra cultura y la bravura de un pueblo que echó a pedradas a un ejército musulmán ansioso por someternos.

Quién nos iba a decir que 1292 años después nos íbamos a ver en las mismas. Estamos en guerra, aunque muchos imbéciles no se hayan enterado. Los integristas musulmanes reclaman con la fuerza -decapitando, mutilando, violando y aniquilando- España y el resto del planeta, que pretenden someter a la Shariah (la ley islámica). Y somos tan cretinos que miramos para otro lado, como si el holocausto que se está produciendo en Siria e Irak nos pillase muy lejos, cuando lo tenemos a la puerta de casa.

Hace tiempo que escribo desde esta tarima que en Occidente nos hemos vuelto rematadamente bobos. Toleramos a quienes no toleran y respetamos a quienes no nos respetan. Retiramos el crucifijo de las escuelas y permitimos la entrada al velo, con las connotaciones machistas que conlleva.

“Vuestras mujeres son campo labrado para vosotros. ¡Venid, pues, a vuestro campo como queráis, haciendo preceder algo para vosotros mismos!” (sura 2, versícu-lo 223), “al varón le corresponde el equivalente a la porción de dos hembras” (4:11), “ ¡Amonestad a aquellas de quienes temáis que se rebelen, dejadlas solas en el lecho, pegadles!” (4:34). Son pasajes de El Corán, el libro sagrado para los musulmanes. No es necesario ser abogado para percatarse de que los valores que promueve son ilegales y anticonstitucionales.

¿Por qué tragamos con esto en Occidente? Si se persigue la apología del terrorismo, ¿por qué se consiente esto? No es que seamos tolerantes, es que somos gilipollas. Las mujeres han luchado mucho por sus derechos y, exceptuando a Pilar Rahola, una feminista co-herente, no he escuchado alzar la voz a ninguna mamarracha de esas que pide a gritos la igualdad y se queda muda frente al burka o la prueba del pañuelo.

Aquí en Inglaterra, “Mohamed” ya supera a “Jack” como el nombre más frecuente entre los bebés. En Luton centenares de musulmanes salieron a la calle para pedir que en Reino Unido se instaure la Shariah y le recriminaron a una chica británica que vistiese “esa ropa, como si estuvieses desnuda”. Mientras nacen más “Mohamed” yo, con 34 tacos y al igual que muchos europeos, no tengo hijos porque no dispongo de tiempo y recursos para educarlos. Eso sí, financio con mis impuestos los tropecientos vástagos y nietos del señor que, hace unos días, perjuró en árabe mirándome las piernas y el escote y de aquél otro que dijo aquello de “no deberías hablar así, ¡y menos a un hombre!”. Y en Occidente continuamos comprando petróleo, en lugar de apostar por las energías renovables de una bendita vez, y enriqueciendo a países tan “moderados” como Arabia Saudí, donde se cortan pies y manos, se lapida y persigue a los homosexuales.

Esta es la otra yihad, la cultural y religiosa; la que pasa inadvertida ante los ojos de una Europa mio-pe y la que, finalmente, triunfará. Como escribió la brillante plu-ma de Arturo Pérez-Reverte en un artículo titulado “Es la Guerra Santa, idiotas”, que aborda este asunto, “es contradictorio, peli-groso, y hasta imposible, disfrutar de las ventajas de ser romano y al mismo tiempo aplaudir a los bárbaros”. ¡Puxa Asturies y Don Pelayo!