Opinión

La trampa

Ahora que nos han “desconfinado” los cuerpos se desatan las lenguas y los filósofos y sociólogos, entre ellos el muy mediático Bernard-Henri Lévy, se han puesto a analizar por qué razón un pueblo como el francés que pasa tanto o más tiempo de manifestación reivindicativa y de huelga que trabajando, un país protestón y cabreado se metió en casa sin rechistar permitiendo que le suprimieran la libertad individual que es, o era, su bien más preciado.

Y lo que se aplica a los franceses, se puede aplicar a cualquier otra democracia occidental.

La respuesta es clara: el miedo. El recuento diario de muertos, macabro y aterrador, plegó la voluntad de todos los fulanos a quienes se le impidió pasear, ver a la familia, trabajar y dar besos y abrazos.

Digo lo de pretexto porque la realidad es que la razón del confinamiento era evitar que se pusiera de manifiesto lo que ya intuíamos, que el sistema sanitario en todos los países –con honrosas excepciones– estaba esquilmado y sin medios técnicos o humanos para hacer frente a lo que se nos venía encima.

La autoridad abusa de su poder con el pretexto de salvar vidas y pone el planeta en manos de sabios doctores que no se ponen de acuerdo y que saber, como ya se demostró y como admiten muchos de ellos, saben más bien poco. Digo lo de pretexto porque la realidad es que la razón del confinamiento era evitar que se pusiera de manifiesto lo que ya intuíamos, que el sistema sanitario en todos los países –con honrosas excepciones– estaba esquilmado y sin medios técnicos o humanos para hacer frente a lo que se nos venía encima.

Los fabricantes de plásticos que estaban de capa caída por la corriente ecológica se están poniendo las botas

Al servicio del poder se pusieron durante semanas los medios de comunicación que nos cebaron con propaganda, con información sin contrastar y sin espíritu crítico, sobre manera las televisiones de información continua que ayudadas por les redes sociales nos repetían las amenazas, los riesgos, y los muertos que, aunque fueran miles, al final del día parecían millones.

Es curioso este paréntesis, y extraño. El virus, ya de por si malo, se ha convertido en un instrumento de manipulación extraordinario ¿Cómo si no explicar que los barbudos islámicos decidieran no venir a matar a Europa atemorizados por el contagio, o que, en Bangladés, por ejemplo, se pusieran catatónicos con el anuncio del primer paciente? Y cito a ese pobre país asiático porque allí se mueren a diario miles de personas de enfermedades asquerosas: cólera, tifus, viruela, sida, lepra, fiebres amarillas y de todos los colores. No es de recibo que este microbio les dé más miedo que cualquier otro.

Cualquier cosa que compramos o comemos lleva un kilo de envoltorios que no se van a reciclar en cinco generaciones. Y la digitalización se ha ganado a los más reacios

Lo extraordinario -o normal-  de este período es que han salido ganando los de siempre. Por ejemplo, Amazon ha vendido más que nunca y ha engordado la cuenta corriente de su patrón. Los fabricantes de plásticos que estaban de capa caída por la corriente ecológica se están poniendo las botas. Cualquier cosa que compramos o comemos lleva un kilo de envoltorios que no se van a reciclar en cinco generaciones. Y la digitalización se ha ganado a los más reacios, que obligados a teletrabajar y a vivir conectados han enriquecido a los operadores y a las multinacionales de las tabletas y los “esmarfones”. Eso sin contar los facebooks, twiteros, instagrameros y otros whatsaperos de los que ya no podemos prescindir y que saben de nosotros cómo nos llamamos, nuestro DNI, dónde vivimos, nuestro número de cuenta y de la Seguridad Social, nuestro grupo sanguíneo, lo que comemos y por consiguiente hasta lo que ca…

El turco ha freído a los kurdos, los rusos han instalado sus mercenarios en Libia, que es un país campo de entrenamiento.

Mientras tanto los dictadores más o menos oficiales siguen repartiéndose el mundo o llevando a la ruina a sus países: el chino, el ruso, el turco, el americano, el brasileño y todos los comparsas. Los malos han aprovechado que estamos distraídos para seguir pegando tiros. El turco ha freído a los kurdos, los rusos han instalado sus mercenarios en Libia, que es un país campo de entrenamiento. La guerra y la miseria siguen azotando África donde los desplazados por conflictos bélicos y hambrunas superan los 50 millones de personas. Como no compramos camisetas de marca, los obreros que las cosen en Asia por 50 céntimos al día se han quedado sin trabajo y se van a morir de hambre…

Vamos que este mundo de “después” se parece mucho al de “antes”, y en algunas acciones es bastante peor.