Reciclaje de altura con el "aplastabotes" de Cándido Costales

Reciclaje en los refugios de montaña

Los refugios de montaña tienen su propio ángel de la guarda. Se llama Cándido Costales González y, a sus 80 años, este vecino de Caldevilla (Piloña) se ha propuesto recorrer los principales asilos de montañeros para acercar a los guardas su último invento: el “aplastabotes”.

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Cándido Costales con su invento para aplastar los botes.

La herramienta, de elaboración casera, facilita el reciclaje al reducir a un cuarto el tamaño original de las latas de bebida usadas. La idea se le ocurrió hace algo más de un lustro cuando realizaba una ruta por los Picos de Europa. «Al llegar al refugio de Vega de Ario constaté que el matrimonio con críos que gestionaba las instalaciones tenía que hacer un gran esfuerzo para deshacerse de los residuos, que bajan en mulo hasta los Lagos de Covadonga, porque no hay acceso rodado. Quise ayudarlos y así nació este aparato que permite ahorrar espacio y llevar más carga de cada vez», resume el octogenario, que tras jubilarse como electricista del Ayuntamiento de Piloña dedica parte del tiempo libre al disfrute del monte.

A base de ensayo y error, y tomando como referencia el utensilio que utilizan los chigreros para descorchar botellas de sidra, Costales fabricó los primeros “aplastabotes” desmontables y con algo más de 50 centímetros de largo. «Al principio eran más endebles pero ahora los hago de hierro para que no doble la parte de arriba. Cada uno me lleva un día de trabajo con la radial en casa, pero no me pesa porque estoy bien entretenido», narra.

La buena acogida que recibió el “aplastabotes” en Vega de Ario animó a su creador a extender el invento, de forma altruista, por otros refugios. «Es un regalo que les hago como forma de agradecerles lo que hacen por los montañeros. Los guardas siempre nos reciben con una sonrisa y dispuestos a ayudar en lo que necesitemos. Por ejemplo, si ven que te hacen daño las botas enseguida te dan una tirita para cubrir la ampolla. Su hospitalidad es infinita y eso, en un entorno hostil como la montaña, se agradece más», resalta.

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Cándido, con unos compañeros en el refugio de Collado Jermoso.

El refugio del Meicín, en el corazón del macizo de Ubiña, el de Vega de Urriellu o La Tenerosa son solo algunos de los destinos a los que ya ha trasladado su invento junto con el albergue de Caín.

La última hazaña la completó la semana pasada cuando, en compañía de un grupo de amigos, el piloñés subió a pie hasta el refugio de Collado Jermoso (León), a 2.064 metros de altitud. Una caminata de cuatro horas en las que salvó más de mil metros de desnivel y que, según cuenta, ha merecido la pena. «Por sus vistas y su entorno es de los más espectaculares. Eso unido a la hospitalidad que dispensa el guarda, Pablo Sedano, hacen que enseguida quieras repetir”, asegura.

Costales, que nació en Moru y desde hace años forma parte del Grupo de Montaña “Vízcares” de Piloña, ya prepara nueva aventura: será por el parque natural de Redes para llevar al refugio de Brañagallones su famoso “aplastabotes”.

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Diana aplasta una lata en el albergue de Caín.