Opinión

La virtud del ahorro

“Somos contradicciones con patas” me confesaba un viejo y querido amigo de juventud, cuando en la segunda adolescencia me diagnosticaba las incoherencias de un corazón de muchacho que confesaba las paradojas de la vida. En realidad, las incongruencias no son patrimonio de nadie, y lo son de todos a la vez, pero es bueno reconocerlas para que puedan convertirse en un asunto de sentido común.

También los austeros y los conservadores se sienten contradictorios muchas veces a lo largo de su vida. Por ejemplo, cuando predican la virtud del ahorro y prefieren la inversión y el gasto a esa máxima tan querida para las mentalidades de nuestra derecha.

Es la única manera de entender la incoherencia de las fuerzas políticas conservadoras cuando prefieren la instalación de la estación intermodal de transportes en un punto que cuesta 67 millones más, como mínimo, que el que plantea el ayuntamiento de Gijón.

La reacción de la derecha gijonesa fue un poco histriónica porque primó el aspecto consensuado de la instalación de la estación al coste económico, cuando siempre este sector político se había caracterizado por impeler al ahorro económico de los dineros de todos, como baluarte de las políticas públicas.

Es cierto que, en su día, en aras del consenso, se estableció que la estación intermodal de transportes de la ciudad (ferrocarril y autobús) se instalaría en las inmediaciones del Museo del Ferrocarril, donde, por cierto, ya se había levantado muchos años antes, la estación de largo recorrido de RENFE.

Tras un parón de inversiones y unos cuantos años de carencia, los técnicos diagnosticaron que el mejor emplazamiento para la infraestructura era en Moreda, 300 metros hacia el norte, en dirección a la zona Oeste de la ciudad. Uno de los argumentos es que su elección supondría un ahorro para las arcas públicas de 67 millones de euros, aparte de sortear algunos de los escollos geológicos derivados del inestable subsuelo geológico de la ciudad.

La reacción de la derecha gijonesa fue un poco histriónica porque primó el aspecto consensuado de la instalación de la estación al coste económico, cuando siempre este sector político se había caracterizado por impeler al ahorro económico de los dineros de todos, como baluarte de las políticas públicas.

Y no digo yo que no sea un elemento clave ese del mayor consenso para atender como argumento a la hora de valorar el lugar en el que se construye un equipamiento público. Pero es que estamos hablando de una moderna valoración técnica que ahorraría dinero y tiempo a las arcas consistoriales. Y eso es evidentemente un razonamiento de mucho peso político.

Sorprende que sea la derecha gijonesa la más reacia a la virtud del ahorro cuando siempre ha sido un factor de identidad, pero si no esgrime más argumentos que el consenso, uno tendería a pensar que siente nostalgia de los sobrecostes de las obras, donde algún empresario listo suele sacar réditos muy prolíficos.

Sin embargo, en momentos de contención económica, porque las consecuencias del coronavirus llevan implícita la necesaria extensión del gasto público para atender a quienes menos tienen, la virtud del ahorro es un factor de primera magnitud.  

También sorprenden algunas posturas cercanas a la federación de asociaciones de vecinos de Gijón que no atienden a aspectos relacionados con el tiempo y el dinero, salvo que haya una especie de pulso irracional con los mandamases municipales para hacer prevalecer la dinámica de los egos. En cualquier caso, un servidor, como vecino de esta villa, prefiere que nuestros poderes públicos se gasten 67 millones de euros menos y hagan la obra cuanto antes. Aunque en verdad, mi posición no tiene porqué ser tomada en consideración. Sin embargo, en momentos de contención económica, porque las consecuencias del coronavirus llevan implícita la necesaria extensión del gasto público para atender a quienes menos tienen, la virtud del ahorro es un factor de primera magnitud.