Caspa veraniega

Si pudiera, viviría en una vacación perpetua, pero pocos son los privilegiados que tienen tamaña posibilidad a su alcance. Y aunque procuro estirar la molicie, la rentrée escolar y otoñal me recuerda que toca volver a algunas obligaciones, incluida esta cita tan gozosa con los lectores de EL FIELATO, cuya indefinida periodicidad solo es atribuible al diletantismo del arriba firmante.

Así que llevo varios días dándole vueltas a qué asunto abordar sin acabar de decidirme. Y no es un problema cuantitativo, ¿eh?: la enquistada invasión de Ucrania con el sátrapa del Kremlin amenazando veladamente con el botón nuclear, los recientes resultados electorales en Italia que han derivado en un espectacular avance ultra y un considerable hostión de la izquierda, la revuelta iraní contra el yugo medieval impuesto por los ayatolás, la grotesca carrera autonómica por ver quien recorta más impuestos a aquellos que están en disposición de pagarlos mermando de esa manera unos servicios públicos ya de por sí bastante depauperados, el vicepresidente faltón que ignora que el insulto es un recurso facilón al alcance de todos, la galopante inflación que no da tregua, el pretendido indulto a uno de los sumos sacerdotes del clientelismo político y el saqueo de la caja común, el inesperado Oro en el Eurobasket que tanto ha alegrado mis postrimerías estivales, el reencuentro tras dos años de paréntesis con las fiestas que añorábamos (¡cómo disfruté en Bollu y Piragües!)…

Pero al final me voy a decidir por el cisma de VOX, porque siempre me hace especial ilusión atizarle a la carcunda patria. Ya sabrán ustedes de la espantada de la inefable Macarena Olona tras los malos resultados andaluces, pese a su brillante campaña básicamente consistente en posar vestida de Barbie flamenca allá donde fuera requerida para soltar sus patochadas carpetovetónicas. Aunque la excusa inicial para no aceptar sus responsabilidades con los votantes que depositaron su confianza en ella fue un problema de salud, parece ser que una milagrosa y afortunada recuperación nos la devuelve ya en plenitud de facultades y dispuesta a liderar un nuevo proyecto político que reconquiste antiguas glorias pretéritas arrumbadas por décadas de comunismo bolivariano que han devastado nuestra vieja piel de toro hasta hacerla casi irreconocible, para lo que no ha dudado en rodearse de ese titán de la ética financiera que responde al nombre de Mario Conde. Ojalá en un alarde de clarividencia le tire también la caña a Toni Cantó, que no podemos permitirnos desperdiciar tanto talento.

Acostumbrado como estoy al fraccionalismo y las luchas intestinas de la izquierda en la que llevo militando toda mi vida, alivia ver (quizá por eso del consuelo de tontos) a la ultraderechita autóctona lanzándose pullitas y poniendo caritas de estupefacción. Tampoco hay que sorprenderse viniendo de los mismos que enarbolaban el ardor guerrero sin haber hecho siquiera la mili, de quienes apelaban a la España que madruga sin haber un dado un palo al agua en su puta vida o de aquellos que iban a acabar con las mamandurrias (ajenas, se supone) tras haberse enriquecido y medrado enchufados en chiringuitos sin utilidad conocida generosamente pagados por todos.