Opinión

Las treinta monedas de euro

La ocurrencia de los 30 euros de Oviedo

Hay ideas que a veces parecen ocurrencias y algunas de estas, absolutas estupideces. ¿En que categoría incluiríamos la decisión del Gobierno municipal de Oviedo, formado por PP y Ciudadanos de regalar treinta euros a los turistas que visitan la capital del Principado con motivo de los futuros congresos que se celebren en la ciudad?. Yo lo definiría como una ocurrencia estúpida.

A la propuesta inicial del alcalde, Alfredo Canteli, rápidamente se sumó la hostelería local que le viene de perlas recibir un complemento económico que le va a servir para redondear el arqueo de sus cajas. También es verdad que los responsables de los bares y cafeterías ovetenses siempre le dan el visto bueno a quien le llene la registradora, sin preguntar de donde salé todo ese parné, como le pasaba a la madre de aquel delincuente protagonista de aquella canción de Joaquín Sabina.

La idea inicial, u ocurrencia como queráis, consistía en la entrega a los congresistas de fuera de Asturias de un bono de 30 euros para que los asistentes se los gasten en los restaurantes o en el comercio local y de esta manera redunden en la economía de Oviedo los gastos que hagan aquellos a los que se les destina el dinero.

A mí me parecería bien, siempre y cuando se garantizara que la inversión económica municipal estuviera fidelizada de alguna manera y no se tratara solamente de una subvención indirecta a nuestros chigreros que deberían colaborar también en que las actividades municipales contaran con la colaboración de comerciantes y hosteleros.

Sucede que los bonos de 30 euros, que podrían multiplicarse exponencialmente en función del número de visitantes, salen de las arcas del concejo, que cuentan con unos presupuestos limitados y que, por tanto dar ese dinero a los turistas, representa una merma para las necesidades más acuciantes de Oviedo.

Y me temo que, dado el cariz ideológico del equipo de gobierno de la capital, quienes sufren los efectos de esa inversión sean los barrios y los ciudadanos más desfavorecidos que precisan esos bonos con más urgencia que los congresistas que tienen cash suficiente para pagarse sus vicios gastronómicos o para comprar princesistas o carbayones para llevar a sus familiares o los moscovitas que le llevó la esposa del alcalde a los próceres madrileños cuando acompañó a su marido a un viaje protocolario a la capital de España.