Opinión

Los cuidadores de nuestros mayores

La política geriátrica en nuestro país está en pañales, y no precisamente por los que usan nuestros mayores cuando no pueden controlar sus esfínteres, sino por el desconcierto existente entre los expertos en la materia para afrontar la realidad diaria del cuidado de los ancianos, especialmente en estos tiempos de pandemia.

Al menos, hemos avanzado en que los edificios donde se alberga a los viejos ya no se les llama asilo (de ancianos desamparados como se denominaban en la segunda década del siglo pasado) y este cambio no ha sido solo eufemístico, sino de concepto.

Es doloroso comprobar como las residencias dependientes del ERA (Establecimientos Residenciales para Ancianos) de Asturias carecen del personal suficiente para ejercer de manera digna las funciones que le encomienda la sociedad y sobre todo los familiares de los ingresados.

Falta un debate en profundidad sobre el concepto de residencias geriátricas si son simplemente un aparcadero de vieyos, como decía castizamente una amiga de mi abuela, o un lugar en el que se busca la dignidad vital de los últimos años de las personas ingresadas.

En el modelo de servicio público que son los cuidados de los mayores, personalmente apuesto por los centros de titularidad pública, sobre todo porque disponen de más medios, mejor planificación, más camas y, sobre todo no tienen ánimo de lucro. Pero, eso sí, tienen que tener medios suficientes para afrontar el reto actual.

Es doloroso comprobar como las residencias dependientes del ERA (Establecimientos Residenciales para Ancianos) de Asturias carecen del personal suficiente para ejercer de manera digna las funciones que le encomienda la sociedad y sobre todo los familiares de los ingresados.

Esta situación es particularmente grave en estos momentos en que los contagios por el coronavirus se ceba en los centros residenciales de ancianos, que caen como moscas por la fuerza de la enfermedad y las deficiencias inmunológicas de los mayores. En ocasiones, se denuncia por parte de los distintos comités de empresa, no hay personal suficiente para atender a todos los residentes.

La situación llega a tales extremos que este pasado verano, según los propios trabajadores del ERA fue imposible que muchos pudieran irse de vacaciones. Es comprensible que en los primeros meses y debido a lo inesperado de la pandemia pudieran haberse producido desajustes, pero a lo largo de estos meses, los sindicatos han puesto de relieve que muchos trabajadores no han disfrutado de su obligado descanso, con la repercusión negativa para un oficio que se dedica precisamente a cuidar de otros y deben de estar en perfectas condiciones físicas y psíquicas.

Parece ser que el presupuesto autonómico que se aprobará en breve cuenta con una partida destinada a incrementar las plantillas de los trabajadores de derechos sociales. Es absolutamente necesario que así sea porque las administraciones tienen que cuidar muy bien de nuestros cuidadores y de los de las personas mayores, porque si cuidamos, cuidan. Por el bien de todos.