Opinión

El estatuto electrointensivo

Estatuto electrointensivo

Debo de ser uno de los pocos asturianos que mira con recelo la aplastante exigencia de diferentes sectores ciudadanos para poner en marcha un estatuto electrointensivo en el país que pueda beneficiar a la gran industria y reducir el volumen de luz que pagan los grandes empresarios y que eviten una merma en sus ingresos para no deslocalizarse de Asturias, por lo que se exige a los poderes públicos que contribuyan con su óbolo a la tranquilidad de los industriales, porque generan muchos puestos de trabajo directos y otros más indirectos.

Son las paradojas de esta perversión llamada libre mercado, que solo sirve para que los empresarios se lleven crudos los beneficios, pero se pongan remolones a la hora de abonar los impuestos, los salarios de los trabajadores de manera justa y también ahora la factura eléctrica.

En primer lugar se me ocurre una cierta anomalía consistente en que si las eléctricas y las grandes empresas de la industria asturiana son todas privadas, a cuento de qué tiene que ser el Estado, el Gobierno o los impuestos de los españoles de a pie los que salven a las multinacionales de apochinar como todo quisque al pago del recibo de la luz. Sería más fácil que eléctricas y gran industria pactaran  un precio entre ellos, sin  que nuestros dineros se vean comprometidos.

Son las paradojas de esta perversión llamada libre mercado, que solo sirve para que los empresarios se lleven crudos los beneficios, pero se pongan remolones a la hora de abonar los impuestos, los salarios de los trabajadores de manera justa y también ahora la factura eléctrica.

Lo cierto es que la mayoría de la sociedad ve con buenos ojos esta cesión de nuestros dineros a la industria para que no se vaya, tanto en el ámbito político, económico y sindical, que yo pongo en cuarentena porque no me parece de recibo (valga la redundancia) abonar la factura de la gran industria por su cara bonita y para salvar empleos.

Aducen los que exigen que el Estado pague la luz de las multinacionales que en Francia y en Alemania también se hace y con una factura en el recibo superior a la que se paga en España y olvidan que los salarios y los impuestos a los que más tienen son mayores en esos países que en el nuestro.

Yo no me opondría a esta disminución eléctrica de las multinacionales, siempre y cuando ellas pusieran  algo de su parte y se comprometieran  a mantener las inversiones, no despedir a trabajadores o quedarse en Asturias aunque no vengan bien dadas. En ese sentido coincido con la tesis de Daniel Ripa, el portavoz parlamentario de Podemos, que afirma que no se puede mantener un alto precio de la luz para los ciudadanos corrientes y molientes y uno especial, para los grandes empresarios. Al menos, que nos ofrezcan contrapartidas.

El argumento de los favorables al estatuto electrointensivo es que gasta demasiada luz y esta es muy cara. Coño, yo también gasto mucha luz, sobre todo cuan do pongo la secadora y a mí nadie me ofrece un tanto por ciento porcentual sobre el consumo. Y, claro, las multinacionales pueden irse cuando quieran y a mí no me queda más remedio que quedarme en mi tierra, donde por cierto, no se está nada mal.

Aducen los que exigen que el Estado pague la luz de las multinacionales que en Francia y en Alemania también se hace y con una factura en el recibo superior a la que se paga en España y olvidan que los salarios y los impuestos a los que más tienen son mayores en esos países que en el nuestro.

A lo mejor esto no pasaría si las empresas eléctricas no fueran  todas privadas y hubiera alguna (una por lo menos) de titularidad pública que pudiera jugar este papel, pero ya sabéis todos vosotros que el mercado es sagrado y nadie osaría repartir los beneficios entre los españoles, cuando Iberdrola o Enagás lo pueden hacer entre sus accionistas  

Mi escepticismo sobre ese estatuto electrointensivo que tanto desean los amantes de la industria no va a suponer que se deje de llevar a cabo y que, como siempre, las grandes empresas se salgan con la suya a costa del din ero del conjunto de la sociedad. No va a servir de mucho, aunque a mí me valga para ejercer el derecho al pataleo.