Opinión

¿Que pasó en la Cadellada?

La recientísima muerte del médico psiquiatra y ex consejero de Sanidad en dos gobiernos asturianos, José García me retrotrae a tiempos heroicos en los que la necesidad de modernizar la salud mental de los ciudadanos era una exigencia a gritos. Entre quienes coadyuvaron a mostrar el lado amable del cuidado de los enfermos se encontraba García, quien fue despedido por las autoridades sanitarias franquistas por liberar de la carcel de los manicomios a los internos de Conxo, en Santiago de Compostela y también el psiquiatra gijonés, Guillermo Rendueles, que pagaron con expedientes laborales y despidos su deseo de tratar a los locos como seres humanos.

La Cadellada es en la actualidad parte de la sede del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) y apenas quedan recuerdos en la memoria colectiva de los asturianos, salvo algún dicho popular sobre el destino eufemístico de algunas personas.

En uno de los sanatorios donde tuvo lugar esta pequeña revolución mental que hoy ya casi nadie cuestiona fue en La Cadellada, el centro de las afueras de Oviedo, donde se trataba a los enfermos despóticamente y como si fueran auténticos pingajos, encerrados en sus habitaciones y sin tener en cuenta sus lamentos y su condición de seres humanos.

Yo conocí de cerca, por razones que no vienen al cuento, algunos de los vergonzosos casos de La Cadellada y se me estremecían las extremedidaes, oyendo sus gritos y sus quejas amargas. Os juro que es una experiencia que no deseo ni para mi peor enemigo.

En un principio la excarcelación de los enfermos del manicomio de La Cadellada no fue entendida por amplios sectores de la población, que temían que si los locos andaban sueltos no se podría salir a la calle. Era uno de los mantras que divulgaban los partidarios de la psiquiatría tradicional, que veía como sus posiciones médicas eran superadas por la realidad, Afortunadamente, la experiencia resultó positiva y hoy las personas con problemas mentales ya no están encerradas entre cuatro paredes y alejadas del mundanal ruido.

Me parece que es necesario que ejercitemos nuestra memoria histórica sobre La Cadellada y rendir un homenaje imprescindible a quienes cambiaron la historia de un loquero por un lugar en el que se ejercía una forma humana y amable de cuidar a nuestros enfermos.

La Cadellada es en la actualidad parte de la sede del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) y apenas quedan recuerdos en la memoria colectiva de los asturianos, salvo algún dicho popular sobre el destino eufemístico de algunas personas. Una iglesia, que al parecer guarda frescos del pintor Paulino Vicente y que fue remozada en varias ocasiones, escolta a lo que fue el antiguo sanatorio, del que quedan algún que otro pabellón, para testigo de su historia.

Me parece que es necesario que ejercitemos nuestra memoria histórica sobre La Cadellada y rendir un homenaje imprescindible a quienes cambiaron la historia de un loquero por un lugar en el que se ejercía una forma humana y amable de cuidar a nuestros enfermos. José García era uno de esos paladines de la psiquiatría moderna que merece estar en el recuerdo de amigos y familiares de internos y mediopensionistas. Como Guillermo Rendueles y como otros (no tantos) que se jugaron su prestigio profesional por hacer la vida más amable a los locos.