POR EVA SAN ROMÁN

El Café Pinín de Llanes echa el cierre

El Café de Nano, para quienes no conocimos más dueños, no sólo cierra sus puertas, sino que apaga la luz y la vida de una de las oficinas más grandes de la Villa


Con el Pinín cierra un capítulo de la cotidianidad llanisca

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Acudieron allí cineastas, literatos, intelectuales... Pero también vecinos, amigos, llaniscos...
La historia del Café Pinín se ha escrito a base de tiempo y vida. Por sus sillas de madera han pasado ilustres personajes que pusieron la tilde al prestigio de tan emblemático lugar. Pero también sentaron allí las bases de la historia local miles de vecinos que escogían las mesas de mármol para charlar bajo la tenue luz de aquellos techos infinitos.

En las paredes, historias. En el techo, leyendas. En el suelo, aventuras. Y sobre el alto mostrador, semblanzas y anécdotas como para escribir decenas de libros.
La historia se acaba. El Café Pinín cierra 132 años más tarde de haber abierto al mundo sus posibilidades, su esencia. Algo más de un siglo viendo al mundo cambiar sin moverse de su privilegiado sitio. Frente al Ayuntamiento, en la principal calle de la Villa, lugar de paso y de parada, espacio donde el tiempo avanza o se detiene, según el instante que se suceda.

Con el Pinín cierra un capítulo de la cotidianidad llanisca. Nada será ya lo mismo. No para quien pasaba allí largas tardes de charla, no para quien paseaba por su lado sin parar, pero viendo cuan gigante era la compañía de aquellas puertas abiertas. No para quien, cada día, acudía allí durante la pausa del trabajo, después del fin de la jornada o a media mañana para parar el tiempo hasta la hora de la comida.

El Café de Nano, para quienes no conocimos más dueños, no sólo cierra sus puertas, sino que apaga la luz y la vida de una de las oficinas más grandes de la Villa. Descuelga los cuadros que narraban cuentos, sucesos, biografías... Arría las lámparas que alumbraron partidas de dominó, ajedrez y cartas... Echa las cortinas de sus enormes ventanales para cubrir de oscuridad y poner el punto final de su paso por la vida.

En él sentimos caer lágrimas, sonreímos, carcajeamos, forjamos historias y diseñamos informaciones. Allí bajamos algunos periodistas a inspirarnos frente al sabor de un intenso café, envueltos en el olor del tabaco que correspondía a todos aquellos lugares que, un día, fueron el epicentro de un rincón con peso.

Allí pasamos horas mirándonos, entendiendo el por qué de problemas y asumiendo el final de algunas historias. Allí el tiempo se midió diferente, y no nos dimos cuenta de que la magia estaba allí dentro, junto a todo lo que allí había, junto a todos los que allí pasaban, junto a quienes sacaron adelante tantos años de trabajo.

El lugar con más alma de todos los cafés de Llanes echa el cierre. Y nosotros no haremos nada por evitarlo. A veces, la realidad es tan tozuda como las personas que la pintamos.

Quedémonos con lo que nos ha aportado este rincón. Pensemos en cuánto hemos vivido allí. Soñemos con que, un día, resurja con fuerza para devolver a esas cuatro paredes la vida que nunca nadie debía haberle quitado.

Por la periodista Eva Sanromán.