La historia de Bea Rodríguez y Fran Wagner es la de una lucha contra los elementos para conseguir un único objetivo: poder vivir de lo que les gusta. Un auténtico mantra que marca cada uno de sus pasos desde que hace cinco años comenzaran a elaborar queso Gamonéu ecológico bajo el nombre de "La Casa Vieya". «El único», dice Bea, «al más puro estilo de cómo se hizo toda la vida».
Su "Casa Vieya" les ha dado más de un disgusto que sobrellevan con dos ingredientes propios de cualquier pastor de Picos de Europa: tesón y valentía. En 2019 lograron poner en marcha, a través de microcréditos y de una campaña de crowdfunding, la microquesería en El Coz: una imponente finca en Parda, en el término municipal de Cangas de Onís. Una alegría que fue pasto de las llamas apenas un mes después de comenzar a funcionar y que nuevamente, con la solidaridad de muchos y más de sus ganas por hacer, volvió a reconstruirse para albergar unos quesos con la excepcional singularidad de estar realizados bajo la exigente etiqueta de queso ecológico. «Somos artesanos», dice Bea con firmeza.
Hemos hecho una apuesta en valor por nuestro producto y, para nosotros, lo importante es la calidad y no la cantidad
Pero tras ese queso que elaboran con mimo y tres leches, incluyendo la de cabra Bermeya, se esconde una lucha que ya cuenta con siete años de trayectoria. Y es que ese es el tiempo, siete años, el que esta pareja lleva peleando para poder tener una cabaña de uso quesero en el puerto; y, en la conversación, resulta inevitable que hablen del peregrinaje por el que transitan con «la razón y la justicia» como bandera.
«El puerto debe ser de todos», dice Fran visiblemente enfadado, «nosotros tenemos algo más de 100 cabezas entre vacas, cabras y ovejas... no vamos a hacerle daño a nadie ni a quitarle pasto a nadie; y tenemos el mismo derecho que los demás a que nuestro ganado paste arriba». Una auténtica «necesidad» para sus animales ya que, como expone Bea, «mueren porque, aún teniendo mucha extensión de pastos, el campo no tiene descanso ni tiempo para regenerarse».
Optar a una quesería en el puerto, la lucha de la quesería "La Casa Vieya"
Es precisamente por esto por lo que desde hace siete años tratan de conseguir una cabaña de las múltiples que salpican el territorio que Cangas de Onís tiene en el puerto sin obtener más que «silencio administrativo» y negativas por parte de la Administración. «Nuestra pelea no es nada personal contra ningún otro quesero», asegura Bea, «pero la ocupación de las cabañas es de utilidad pública y debería estar al alcance de todos, no solo para los apellidos históricos del queso Gamonéu para quienes, incluso, parece que se ha creado el reglamento para que tengan derecho hereditario de uso».
El puerto es un feudo para algunos elaboradores pero, también, para quienes administran el Parque Nacional
Y es que, antes de reclamar como hacen poder optar a una cabaña en la que se permita elaborar queso en el puerto, Bea y Fran agotaron todas las vías y su propia paciencia para conseguir habilitar una cabaña. Una «odisea administrativa» en la que se toparon con todos los inconvenientes posibles y que, si bien hace poco parecía que llegaba a su fin, volvió a regalarles un jarro de agua fría. «Lo hemos intentado todo», cuenta Fran, «pero el Parque dificulta hacer una cabaña nueva o arreglar una para hacer una quesería. Nos dieron los permisos para hacer arreglos en una de 5x5 en la que no podíamos ni ponernos de pie y, cuando les solicitamos ampliarla ligeramente en altura, lo catalogaron como un desastre ecológico».
No puedes hacer nada pero ellos sí construyen como en la zona del arboreto para tenerlo cerrado cuando ahí, sin ir más lejos, se podrían hacer hasta tres queserías
«¿De qué sirve que te den licencia para arreglar una cabaña si no te permiten transformarla en quesería?», se cuestiona Bea, «su gran preocupación es dónde iba a tirar el suero, que sería contaminar el Parque... ¿y los 200 autobuses que suben y bajan diariamente no contaminan?». Pero es que ni siquiera las alternativas a tener una cabaña propia llegaron a buen puerto. «Le propusimos a Robledano -director del Parque Nacional en la vertiente de Asturias- una quesería móvil, como se hace en los Alpes y en Pirineos», contaba Fran, «se sube en la temporada, nos permitiría tener el ganado arriba y elaborar; y, al acabar, se vuelve a bajar... pero, por lo visto, también suponía un desastre ecológico».
Dicen que el puerto se acaba pero la realidad es distinta: a la Administración no le interesa que haya pastores, solo le interesa el turismo
«Nuestra última esperanza», aseguraba Bea con notable decepción, «era una cabaña en el puerto de Onís; hablamos con Abeledo -alcalde de Onís- y estaba animado y dispuesto a ayudarnos a tenerla; pero, de pronto, la ilusión desapareció y seguimos sin entender qué es lo que ha pasado». «Por cómo es el Gamonéu y su esencia, se debería obligar a pastar en el puerto», continúa Fran, «pero incluso sin ser obligatorio, si nadie lo facilita, resulta muy complicado... y el primero que no lo hace es el Parque. Dicen que no hay relevo generacional, pero lo que no hay son ganas de que siga habiendo pastores».
Su periplo no ha terminado. De hecho, tras desechar la idea de arreglar una cabaña, su pelea es conseguir alguna de las queserías públicas que Principado y Ayuntamiento de Cangas de Onís arreglaron para poner a disposición de los pastores. Como parte de estos años, Bea y Fran se han hecho auténticos expertos en la materia y, como tal, no dudan en asegurar que «se está violando la Ley de Montes por sistema porque, en cualquier cabaña, prevalece el uso ganadero y quesero sobre el turístico... y en la Vega de Enol no hay más que cabañas de fin de semana o que nadie abre en años con fines puramente recreativos».
Nos despedimos con la plena convicción de que agotarán todas las vías administrativas posibles porque «también nos hemos hecho expertos en burocracia después de años y años», y que no cejarán en el empeño de subir a su ganado al puerto. Porque si de algo entiende "La Casa Vieya" es de reponerse ante las adversidades y flaquear lo justo porque rendirse, simplemente, no se contempla.
