Los "chicos" del coro de la Escolanía de Covadonga, auténticos protagonistas del Día de Asturias

Este 8 de septiembre ha estado empañado por la despedida a 78 años de historia
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photo_camera Imagen del coro de la Escolanía de Covadonga minutos antes de comenzar la misa del Día de Asturias.

La emoción forma parte del Día de Asturias en la celebración de Covadonga. Quizás sea porque el Real Sitio es la máxima expresión de asturianía, quizás se deba a los compases de la Banda de Gaitas Ciudad Cangas de Onís o al mero hecho de que la jornada cuenta con todos los ingredientes necesarios para emocionar. Sin embargo, este 8 de septiembre Covadonga no se emocionaba por la tierra, las raíces, la Santina o la bandera. Lo hacía por el hecho de que hoy la Escolanía de Covadonga cierra sus puertas y eso, esa despedida, ha calado mucho más hondo de lo que nadie imagina.

Desde antes de empezar la ya clásica misa que conmemora también el Día de Covadonga, entre los cientos de fieles que aguardaban su comienzo había tristeza. Una emoción que chocaba frontalmente con una jornada que se presupone festiva. Bastaba con escuchar conversaciones o entablarlas para comprenderlo. Eran hermanas, padres, novias o amigos de escolanos y antiguos escolanos para quienes esta última misa supone emprender un duelo. «Lo están pasando muy mal», decía a El Fielato Susana, hermana y novia de dos antiguos escolanos; «siguen sin entender cómo es posible haber llegado a esta situación, y tener que cantar hoy es mucho más difícil de lo que podemos imaginar».

El coro de la Escolanía a su llegada a la Basílica de Covadonga.
El coro de la Escolanía a su llegada a la Basílica de Covadonga.

Aunque los testimonios ayudan a contextualizar las situaciones, hoy ni siquiera hacía falta. Fue suficiente observar la llegada del coro para hacerse a la idea de la situación. En riguroso silencio, como marca el protocolo, sí. Pero con caras largas, actitud triste y una mirada de derrota de la que solo se escapaba su director, Jorge de la Vega; quien, a pesar de la tristeza que no podía disimular, hacía lo que tenía que hacer: guiar a "sus chicos", acompañarles. Mantenerse en pie como dicen que lo hizo el capitán del Titanic hasta que el barco se hundió. Demostrar que, a pesar de todo, hoy sus voces tenían que llenar la Basílica como han hecho tantas a lo largo de casi ochenta años de historia.

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El coro abriendo la ceremonia del Día de Asturias.

Y así lo hicieron. El coro de la Escolanía rompió el silencio de la Basílica para recibir al Arzobispo de Oviedo y al resto de sacerdotes que oficiaron la ceremonia. Lo hicieron muchos entre lágrimas, y no solo los más pequeños. Esos que llegaron el año pasado y que hicieron de Covadonga su hogar y ahora tienen que despedirse de él. Continuaron haciéndolo durante toda la ceremonia, llenando de magia una Basílica que debe parte de su majestuosidad a esas voces quitándole hierro, sin quererlo, a la homilía del Arzobispo de Oviedo e incluso lo lograron cuando, poco antes de terminar la Eucaristía, comenzaron a entonar el Himno de Covadonga. Un canto que, habitualmente, resuena en la Cueva como despedida a la Santina.

Fue justo en ese momento cuando esas "Voces Blancas" emocionaron a los cientos de personas que dentro y fuera de Covadonga asistían a la misa. Fue también entonces cuando esos niños y no tan niños no pudieron contener las lágrimas seguidos de buena parte de quienes les escuchaban y, dicen las malas lenguas, que del mismísimo Abad de Covadonga. Un himno al que siguió un aplauso mudo que duró casi dos minutos y que se apoderó tanto de la Basílica como de personalidades como el presidente del Principado, Adrián Barbón. Quizás fue la forma que los allí presentes tenían de dar las gracias a esas voces y a todas las que formaron parte del coro. La única manera de devolverles, de alguna manera, que estuvieran ahí regalándonos con una entereza admirable y cantando como nunca una despedida que muchos seguimos sin entender. 

No se rompieron entonces pero sí en la procesión para llevar a la Santina a la Cueva. Durante el trayecto, los más pequeños estaban inconsolables mientras los antiguos alumnos evitaban llorar sin conseguirlo. Y ahí, "su capitán" siguió haciendo lo mismo que lleva haciendo todos estos años: cuidar de ellos.

El coro en procesión hacia la Cueva.
El coro en procesión hacia la Cueva.

Hoy Covadonga se queda muda pero, también, deja huérfanos a todos esos escolanos que la sintieron su hogar y para los que fue refugio, escuela y vida. Y hoy también somos muchos los que bajamos del Real Sitio preguntándonos si realmente no había otra alternativa que decir adiós a un proyecto social, humano y musical único; y sabiendo que, con permiso de la Santina y de la homilía siempre sonada del Arzobispo de Oviedo, los auténticos protagonistas del día han sido ellos. Solo ellos.

¿Qué menos merecen?