Opinión

Empresario, paisanu, amigo y parroquiano

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photo_camera Basilio y Manuel Cosmen Adelaida.

No es uno muy dado a panegíricos a muertos que se supone no me van a leer. Esta semana me acuerdo de un amigo, empresario, mecánico, amante de autobuses y coches antiguos. “Oye Borja, ¿tu sabrás donde podré encontrar una dinamo para este coche”. Muchas veces esto me lo preguntaba Manolo Cosmen. La mecánica no nos era ajena a ninguno de los dos, de ahí otra de las cuestiones que forjaron nuestra amistad.

Pero resulta que como Manolo taba casáu en Lieres y era un gran Parroquiano, me leía todas las semanas y alguna me llamaba. “Borja ten cuidáu que cualquier día vas pa la cárcel”. Siempre le respondía que nun sería pa tanto, y que me prestaba mucho que no solo me leyera, sino que le gustaran les mis cosuques.

En la gran Estación de Autobuses sita en calle con nombre de su hermano Pepe, ALSA tiene multitud de oficinas, más o menos elegantes, en función del inquilino (léase cargo mandante en la empresa). Pero a Manolo estas cosas le importaban un bledo. Su despacho estaba en un “bochinche” que parecía un trastero

Manolo fue el gran innovador y generador del despegue de ALSA. Sus conocimientos de mecánica le hicieron tomar una decisión, que seguramente a su hermano don José (nunca en mi vida y, a pesar de su insistencia lo traté de tu) le pareció una temeridad. Pero Manolo implantó que ALSA nunca utilizaría ningún motor que no fuera Mercedes. En aquel entonces –a mediados de los años 80 del pasado siglo– estos motores Mercedes eran muchísimo más caros que los Barreiros y Pegaso, que usaba ALSA. Esos motores eran débiles y cada dos por tres estaban averiados. Me comentaba, “lo malo de los motores Pegaso es que solo con cambiar de chófer, ya está armada”.

Pasaron los años y Alsa era Mercedes, tanto es así, que cuando los Alemanes emprendían cualquier mejora, lo primero que hacían era que Manolo Cosmen diera “su bendición”. Sabía mucho más que los ingenieros de Mercedes, según me comenta su gran amigo y eficaz empleado, Manolo Parrondo. “Borja, –me decía Parrondo– yo soy un aldeano de les Brañes de Luarca”. Ya, pero el aldeano de marras fue otro factor determinante del éxito de ALSA. Vaya par de Manolos. No de esos zapatos de les muyeres, tan caros de Manolo Blahnik. Este par de Manolos eran  de ALSA y sus autobuses, eran canela en rama. Hoy están en manos de Ingleses, tras una jugada maestra de los hermanos Cosmen Adelaida hace unos años.

Pero para definir un poco más a mi amigo que ya no está, les cuento cómo era su despacho. En la gran Estación de Autobuses sita en calle con nombre de su hermano Pepe, ALSA tiene multitud de oficinas, más o menos elegantes, en función del inquilino (léase cargo mandante en la empresa). Pero a Manolo estas cosas le importaban un bledo. Su despacho estaba en un “bochinche” que parecía un trastero, donde llegaban encorbataos a venderle autobuses, ruedes, trajes de chófer... Me imagino la cara de póker que pondrían al ver que el inquilino de aquel despachucu, era el amu en la parte técnica y de personal de la empresa. Mucho-y tocaba yo los mirlitones a cuenta de putu despachucu. Nos reíamos. Y es que Manolo era la sencillez andante. Eso sí, su traje de lujo y de más etiqueta, era el buzo de mecánico. Con sus caras de circunstancias cuando se metía en el foso para ver las entrañas mecánicas del autobús. Hablaba poco, pero sentaba cátedra. Era más que respetado, pero a la vez, uno más de los mecánicos, a que los conocía por su nombre, en qué sitio vivían, lo que estudiaban los hijos. Eran SUS mecánicos y todo lo que se le ocurra, amadísimo parroquiano. Ni que decir tiene y, a la chita callando, los ayudaba en todo y más de lo que necesitaran.

Pero era exigente pa él, daba ejemplo y también lo era para los demás. En varias ocasiones yendo en su coche detrás de un autobús, veía que perdía algo de aceite (y eso en movimiento) adelantaba al autobús y lo paraba. Y es que el aceite es muy inflamable, y por lo tanto, descuidar esas cosas podrían terminar en un incendio, con viajeros dentro. Ahí no pasaba una. Las revisiones periódicas en TVA en el polígono del Espíritu Santo, en su día era reflejo de la pasión por Manolo por el asunto de la mecánica, era prioritario.

Bueno, queridísimo y amadísimo Parroquiano que es como yo llamo a los que me leen asiduamente. Estos días hemos perdido a un gran parroquiano que era la sencillez andante. El mecánico profesional y de grandes empresas. Yo un periodista, mecánico aficionado, pero que sigue amando el mundo de los coches. Ahora como ya está uno mayor, tengo el privilegio de tener un par de coches que suman entre los dos más de un siglo y están en perfecto estado. Cuesta mantenelos, pero también presta conducilos.

A la muyer de Manolo y a los sus fíos, públicamente les expreso mi forma de entender y decir cómo me siento al saber que a ese amigo ya nunca le podré preguntar: “oye Manolo, tu que pondrías pa que esti coche, que nun soy capaz de facer carrera de él. Nun me arranca bien.¿Habrá que carburalu? Ráscame la tercera, ¿serán sincronizadores?" Y así mil cosas.

De los hoteles que tenía no hablaba nunca, porque a decir verdad era un tema que me importaba un bledo.

Que pena, pero Manolo me ganaba en 16 años, aunque estaba muy bien hasta el último año, que la “mecánica” fallaba y nun había piezas pa tan insigne PAISANU. Aquí nadie va a quedar pa semilla, le espetaba yo muchas veces, pero tando él bien de salud. Menudo  EMPRESARIO, PAISANU, AMIGO, Y PARROQUIANO.

PAISANU es el más alto galardón al que puede aspirar un Asturiano de bien como él.   Y no me da la real gana de escribir eso que descanse en paz, o que si tal o que si cual.

Yo escribo ahora al tuntún, porque veo muy nublado en estos momentos, que mis lágrimas me impiden ver las teclas del ordenador. Pero espero que si llego a la categoría de PAISANU nos volveremos a ver allá en el mas allá.