Opinión

Medalla de Asturias a un periodista comprometido

Mi amigo y compañero, Marcelino Gutiérrez, era un periodista que conocí en la delegación de El Comercio en Llanes. Cuando  él encontraba un hueco para vernos de tarde en tarde le decía:

«Tu nun yes un periodista, tú yes un “vicioso del periodismo». Se reía de esa forma tan socarrona que tenía.

Un día que quedamos en la antigua redacción de El Comercio, me encantó su despacho: no había nada, ni un solo papel. Inmediatamente le pregunté: pero demonios ¿tu dónde trabayes?

«Borja yo no tengo mesa, yo vivo y trabajo en la redacción con mis compañeros».

Y era verdad. Marcelino no tenía sangre, lo suyo era “tinta en vena”. Culto, gran conversador, siempre tranquilo, pero que transformó un anticuado Comercio a otro digital y totalmente actual.

El día 23  de Septiembre del año pasado, Asturias perdió un genial periodista, que era director de El Comercio. Pero que yo siempre le decía a Marcelino: tú nun yes un Director, yes un Jefe de “redacción diplomado”

A los dos nos unía la pasión por el periodismo. Yo siempre  alababa su gran labor, y el puesto tan importante y con gran responsabilidad al que había llegado. Siempre me contestaba lo mismo. «Pues tú llegaste a mucho más que yo. Tu hiciste de la nada varios periódicos, que no solo funcionan muy bien y son rentables, sino que generan opinión y son mucho más leídos que la inmensa mayoría de los medios de comunicación en los territorios donde se distribuyen tus periódicos».

Y ese era el punto de arranque de nuestras charlas. De director de un diario que es referente en toda Asturias, a editor director de unos diarios locales, también referentes en las zonas donde se distribuyen.

Pero Marcelino sustituyó a un referente del periodismo español, Iñigo Noriega.

También ocupaba el mismo cargo que otros directores, como don Francisco Carantoña Dubert, que no solo era un químico metido a periodista, sino un periodista que fue químico y, que en plena dictadura, tenía unos niveles de libertad inauditos en aquellos tiempos de la maldita censura.

Y para más inri, Carantoña coge el testigo de la dirección de El Comercio, nada más y nada menos, que de Alfredo García García (Adeflor), un ilustre periodista que ejerció entre 1921 y 1954 como director del diario, donde  Marcelino terminó su carrera de forma totalmente imprevista, hace ahora un año. Solo tenía 48 años.

Sin lugar a dudas, el conocimiento  de Marcelino del anterior director de El Comercio, Iñigo Noriega, fue probablemente el detonante de su nombramiento. Marcelino fue director de la edición comarcal en la zona oriental de Asturias.

Noriega es un grandísimo periodista de Santander, que estuvo en puestos de responsabilidad en diferentes medios.

Valoraba y sabía los conocimientos, tenacidad y amor por el oficio de Marcelino, así como sus grandes conocimientos en la incipiente transformación de los diarios a la que hoy domina el espectro de la información: la prensa digital.

Recuerdo que siempre le comentaba sus geniales artículos de opinión en El Comercio, redactados de una manera impoluta y con una socarronería que muy pocos profesionales tienen.

El día 23  de Septiembre del año pasado, Asturias perdió un genial periodista, que era director de El Comercio. Pero que yo siempre le decía a Marcelino: tú nun yes un Director, yes un Jefe de “redacción diplomado”. Me respondía con su peculiar mirada: «En parte tienes razón, porque lo mío es la redacción, la noticia, cómo, cuando y por qué se da la noticia. Es mi mundo. Lo de tener que ir a muchos actos, va en el cargo, pero no es lo mío».

Siempre me queda el consuelo de que murió dentro de ese oficio que él y yo tanto amamos.

El estrés, es cuatro, es cinco... es el causante de casi el 90% de las enfermedades y causas de fallecimiento. A pesar de no ser galeno, sí tengo muchos amigos que ejercen una profesión tan vocacional como el periodismo. Las dos son de alta responsabilidad. Una portada de un periódico puede hacer dimitir hasta a un presidente de una Nación. Y un médico te hace “dimitir” de tu vida a la más pequeña equivocación.

A los médicos, los familiares de los enfermos y el propio paciente lo elevan a la figura inhumana, en la que se le exige no poder equivocarse.

A los periodistas nos apalean y nos echan sin importarles un bledo, amén de tener unos sueldos que no dan ni para comer en más del 90% de los casos. Y los médicos, aún teniendo salarios más dignos y que no los echan tan fácilmente, perciben muchísimo menos de lo que les corresponde. De ahí, la constante fuga de médicos y enfermeras españoles a otros países donde son muy valorados y mucho mejor pagados.