Opinión

Vendedores de Votos y Forofos diversos

Es evidente que estamos en campaña electoral, cuyos modelos  de ejecución y puesta en escena, llevan décadas sin variar. Arengas al uso, para parroquianos y algún despistado; cartelería por todos los sitios con fotografías del candidato, que es el único que la gente conoce; visitas a ferias de ganado y mercados diversos. Siempre lo mismo. Mira que son poco creativos. Eso si: unos pesados vendedores de votos.

Total: lo de siempre.

Un vendedor de lavadoras, coches, pisos o de lo que sea, muestra su producto (los políticos no muestran nada) y  deja su tarjeta de visita por si surge un problema con lo que le compramos.

Sí explican los políticos, y nos dan promesas complicadas de cumplir,  que el pueblo sabe que no suelen coincidir con lo que luego hacen. Pero como no nos dieron su tarjeta de visita cuando nos vendieron su voto, nada les podremos reclamar.

Después suele haber negociaciones si no sale mayoría entre los diferentes vendedores devotos y  sale el equipo que va a intentar que su producto (voto) se ajuste lo más posible a lo que dijeron en mítines diversos. Y al final: más de lo mismo. Hacen lo que les da la gana, sin dar explicaciones a ninguno de sus compradores del voto.

Uno propone que el vendedor de votos, nos de una tarjeta de visita, para que luego le podamos llamar cuando no cumpla, o cumpla, con lo que nos dijo de la lavadora, el coche o el piso.

A modo de ejemplo: si la colada queda echa un desastre, a llamar al vendedor y que nos mande un técnico, de la que te da disculpas. El vendedor del piso cuyas ventanas, por ejemplo, no encajan, que te mande a alguien para corregir tal defecto. Y al que te vendió el coche que se quedó parado a la primera de cambio, que te mande la grúa, para llevar el dichoso coche -que según el vendedor era buenísimo-, al taller.

Pues si el vendedor de votos -EN NADA DEVOTO DE NADIE, salvo de la forofada-, me diera su tarjeta de visita, lo llamaría cuando hubiera un incendio en un monte, ese que nos prometió que se iba a limpiar y meter cabras para evitar la maleza –que es como gasolina incendiaria de los montes– y como no lo hizo,  el fuego lo arrasó; o lo llamaría cuando los pisos de protección oficial que nos prometió, no se hicieran, o cosas así.

Sería una magnífica manera de que el ciudadano que le compró su voto y lo metió en la urna, estuviera siempre en contacto con su vendedor de voto y cuando hubiera una anomalía, se pudiera poner en contacto con su vendedor, con el fin de que cumpliera con lo prometido. Motivo por el que le había comprado su voto para que le arreglara el problema que dijo iba a solucionar y no cumplió (como el de las lavadoras, el piso, o el coche).

Eso si: como la empresa política no despide a nadie y se pone a sí misma sus abultados sueldos (60.000 euros como poco), lo mínimo es que se pongan al teléfono. Ni lo hicieron, ni lo harán.

Por eso yo no les compro su voto y como no hay vendedor alguno  que me de su tarjeta, voto con la forofada del partido que sé de sobra, que sin ser el mejor es el vendedor menos malo a mi parecer.