Opinión

Reflexiones en tiempo de Navidad

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Vivimos tiempos en los que el mundo parece sentir hambre de rigor, claridad y sentido común. Habrá que volver a trabajar para que el bien, la verdad y la belleza no se confundan con el error y la excepción, subrayando los adelantos de la ciencia moderna que deberían ir destinados a que un mayor número de comensales puedan beneficiarse en el festín de los bienes, la cultura y la coherencia.

La influencia de todo lo exterior en nuestro interior es impresionante: lo que vemos, lo que se nos dice, lo que leemos; pero aunque somos libres para admitir o rechazar lo que creemos razonablemente conveniente, en las mentes no cultivadas la influencia de tantas estridencias es demoledora.

Un año más el mundo celebra la Navidad. Hay ahora nos 2.100 millones de cristianos, aunque sabemos que será el Islam la religión que más crezca, puesto que a los 1.500 millones actuales sumará 800 millones más en los próximos treinta años.

Mientras, el ocaso social que sufre la Iglesia católica en todo el mundo es evidente. La regresión en el número de creyentes es alarmante; concretamente en España los bautismos descendieron un 30% en tan solo los últimos diez años; las primeras comuniones rondan el 47% de los niños y niñas españoles de nueve años, y se dan hechos verdaderamente llamativos como es el caso de la parroquia de San Martín, en Arriondas, donde -seguramente por primera vez en sus más de seis siglos de existencia- el próximo año 2024 no tendrá celebración de primeras comuniones por falta de aspirantes.

Aunque somos más de 3.000 personas las que pertenecemos a dicha parroquia de San Martín, un único niño de la capital parraguesa recibirá la primera comunión la próxima primavera, pero lo hará con otros niños y niñas de la vecina parroquia de Santa María de Cangas de Onís, donde -acertadamente- se sentirá más arropado y no como una excepción en la villa de Arriondas.

Las bodas religiosas en nuestro país han caído a un 23%, cuando hace apenas veinte años representaban un 70%. El porcentaje de católicos en España ronda el 56%, de los cuales los que asisten a los actos litúrgicos -como es el caso de la misa dominical- no llega al 12%.

En España, un 13,5% de sus habitantes dice ser agnóstico, otro 12,5% no creyente, más un 15% es ateo. Hay un 3% de creyentes de otras religiones. Buena parte de los seminarios se encuentran bajo mínimos, incluso algunos han debido fusionarse para sobrevivir a la sangría de vocaciones, siendo evidente que la Iglesia no puede asegurar ya el reemplazo generacional. Navidad, tiempo de celebración basado en un acontecimiento señero por parte de una religión cuyo origen está datado hace poco más de 2.000 años, pero los cambios socioculturales han confluido en una crisis espiritual generalizada, puesto que la presente civilización se ha centrado en el conocimiento, la libertad de expresión, la ciencia y la observación frente a las creencias y a la fe ciega.

Es evidente que en una sociedad donde impera la laicidad, el poder y la influencia de la Iglesia ha quedado notabilísimamente reducido. La crisis de nuestro tiempo es muy seria porque lo relativo toma carácter de absoluto, pasando a ínfimo lo que consideraba supremo.

Cuando no se sabe qué es la vida, ni por qué es, ni para qué es, no resulta fácil vivirla con normalidad o asumir sus desafíos. En tiempos en los que parte de la humanidad vive entre turbulencias, desajustes e inestabilidad parece haberse perdido la riqueza del normal y discreto discurrir de todas las cosas e instantes. Y así llega otro nuevo año. La vida es a veces caprichosa en el reparto de sus riquezas, pero la misma vida reparte entre todos el regalo del tiempo, casi por igual.

Estimar el valor inmenso del tiempo y aprovecharlo positiva- mente es una intención propia de cada nuevo año. La vida es siempre caminar. La diferencia es que unos saben su destino final y absoluto, mientras otros siguen dando vueltas sobre sí mismos.

Feliz Navidad y que el año 2024 lleve a puerto seguro todas las buenas intenciones y mejo- res propósitos de quienes se han tomado la molestia de leer estas líneas.