Opinión

El Cazador

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photo_camera Amador Priede

En el valle de Carmeneru, un hombre bueno, alto y fuerte, oriundo de Enu, asentaba las piedras de muriar con arte y conocimiento. Porque se necesitan ambos. Porque la destreza no se vale por si, ni avanza el saber si no tiene manos. Uncidos, la cabeza y el poder, son quienes llevan al sen puertas, muros, pasaderas, esquinales y trescantos. El paisano -por demás- hablaba sele y dominaba los tiempos.

El habla demorada, el criterio, la cultura que conservaba de mundos que ya no existen -del mismo rango que su curiosidad- definían a quien sabía ser también buen amigo, buen padre, buen vecino.

Hoy las horas corren de otro modo. No se echa tiempu ni en saludar al que pasa. Tampoco va quedando mucho que decir anulado como está el hablarse a la cara. Pero en la conversación de este hombre, rara era la ocasión en que no apañases algún conocimiento.

Un lápiz para marcar y las gafas en cordón, siempre consigo, acompañaban en el oficio a la persona que despedimos. Pero más allá de su figura, el habla demorada, el criterio, la cultura que conservaba de mundos que ya no existen -del mismo rango que su curiosidad- definían a quien sabía ser también buen amigo, buen padre, buen vecino.

Mejorando lo presente, el de Amieva respiraba los vientos del monte, los animales y el arte de seguir los pasos al jabalí, por poner una especie, sin que hubiera de ser la muerte, sino el camino, la razón de la caza. Más de una vez, al recechu, retenía el índice para no interrumpir el pasto -ni la vida- del corzo. Como muchos también fueron los días de perro y sendero, sin otra ambición que devanar el hilo de los rastros, sin otra querencia que estimar sobre la rosada el tiempo y la dirección de los seres silvestres. Cuánta caza con cartuchos apretados únicamente de conocimiento.

Así que, entre la impostura y el guirigay de los tiempos, asoma la escondida senda del cazador…del cazador de las cosas que valen, como el decir de los pájaros, el bocáu a la mañana, la amistad, el ablanu con tiez o la vocación que ha de tener el resto de las maderas. El mueñu por el que sopla Xuacu el del Mazucu, por ejemplo, salió de sus manos uniendo bien y saber, que son la misma cosa y por eso él las esparcía.

Cuatro nietos afianzados ya, con su abuela Deli, sigan la memoria y huella del sabio Amador.