Opinión

La Asturias del 36, la Asturias de Los Balcanes

Llevo dos días dando a cómo hemos conseguido hacer de un derbi un frente abierto y de un estadio de fútbol un campo de batalla, prostituyendo la esencia misma del deporte. Lo que ocurrió el domingo en el Molinón no tiene nombre y, a la vez, tiene demasiados. Se trata de un problema piramidal que comienza en la base y que acaba en el césped con futbolistas que debieran ser profesionales, quizás demasiado jóvenes, sin duda demasiado viscerales, comportándose como sicarios.

No podemos permitirnos este tipo de espectáculos que revelan ese provincianismo endémico que lastra y hunde la región

Lo violencia no tiene justificación, nunca, y se alimenta de muchas maneras. La alientan las autoridades que obligan a la afición a enjaularse para disfrutar de la que debería ser la segunda fiesta más importante de la asturianía, con permiso de Las Piraguas. La fomentan las directivas que avivan con sus declaraciones y actuaciones el odio y que no están a la altura de la pasión y la fe que mueve a las hinchadas. Inoculan ira cuando deberían sembrar paz o al menos cordialidad. El orgullo y la identidad no pueden construirse a costa de la humillación o el desdén del rival. Asturias debería ser una. Roja, blanca, azul, enfrentada en lo pequeño y lo cotidiano y, a la vez, robusta y unida.

El día en que el derbi se convierta en la fiesta que debiera ser, ganaremos todos, dentro y fuera del terreno de juego

No podemos permitirnos este tipo de espectáculos que revelan ese provincianismo endémico que lastra y hunde la región. El fútbol es solo la punta del iceberg. Hace unos años dije que tenía un sueño, que Arriondas y Cangas de Onís dejaran de lado su rivalidad. Mi sueño ahora es que los ultras del Real Oviedo y el Sporting de Gijón pero también sus directivas y, en último término, sus jugadores dejen de lado orgullo y fobias y apuesten por auténtica pasión y honor, rivalidad sana y asturianía.

El día en que el derbi se convierta en la fiesta que debiera ser, ganaremos todos, dentro y fuera del terreno de juego. Ojalá la ignominia sirva de punto de inflexión; ojalá tomemos nota y cesemos el fuego cruzado. Ellos, los que mandan, y nosotros, porque todos y cada uno tenemos nuestra cuota de responsabilidad.