Opinión

La Villaviciosa excavada

Villaviciosa y su historia

Pocas zonas de Asturias tienen tanto material histórico como Maliayo. Parte de ese material está excavado y parte sigue entre ‘felenchos’ esperando una protección que no llega. Mientras tanto, el patrimonio sigue tan devaluado que cualquiera puede deshacerse de esqueletos romanos o machacar todo un castro astur del siglo VII antes de Cristo, sin pagar ni un real de sanción o como mucho el equivalente de una multa de tráfico.

El Ayuntamiento de Villaviciosa no tiene, en lo fundamental, competencias en este tema –aparte de la protección-; sin embargo, de su propósito depende la realización de iniciativas que salven los muchos restos que aún nos quedan. El historial del Ayuntamiento no es nada halagüeño si miramos hacia atrás: no hay que hacer leña del árbol caído, pero cuando se trata de cuestiones públicas saben los susodichos que sus acciones tienen consecuencias.

Sería interesante que se promoviese una actuación en el ‘coroñu’ del Monte Rodiles, que por la plantación de eucaliptos y sus malvadas raíces está siendo machacado literalmente y es urgente acometer cuanto antes (ver el interesante artículo de Sergio Llana-Funez, de la Universidad asturiana); también el puerto que está a sus pies o los resto del cementerio romano-visigótico que hay en San Llorenti

Cuando los compromisos parlamentarios lo permitieron, en la época de Sergio Rutilio Marqués como Presidente del  Principado, se metió una partida sugerida por Mundo Collada en los presupuestos, para comenzar las excavaciones en el entorno del Prau Redondu de Rodiles. Aunque fue escasa la partida, al final terminó recayendo en una cuestión que nada tenía que ver con el proyecto inicial; en definitiva, no se excavó nada. Estaba entonces de Alcalde Julio César Álvarez Miranda quien, siendo solicitada su ayuda, dijo a quién le preguntó: “Cuanto tiempo llevan ahí esas piedras, ¿dos mil años?, entonces pueden esperar otro tanto”.

No es verdad la tesis del Partidor de Pión, que en cierta ocasión dijo en una entrevista de radio: “Aquí el único turismo que hay son cuatro de la cuenca minera que vienen a Rodiles y no dejan nada en la villa”.

Algo similar debió de pensar nuestro Alcalde, Asensio Martínez Cobián, cuando se vio obligado a poner un arqueólogo en las excavaciones del casco urbano de la villa. Era diciembre y apremiado por los comerciantes para que terminase las obras, dejó reducida buena parte de la excavación a la Caleyina les Indies, dónde Rogelio Estrada había encontrado un barrio de azabacheros medievales con cientos de trozos de material. Tras mucho batallar consiguió que se aplazase unos días el asfaltado; al final llegó el día y Rogelio seguía en una de las trincheras azabacheras ‘escazando’ materiales, por lo que le dieron un ultimátum: “O sales o te enterramos ahí, tú verás”. Salió ‘escopetáu’ y no se aceptó nada de lo aconsejado por él que, entre otras cosas, sugería la colocación de una plancha transparente para ver la base de la muralla que estaba a más de un metro de la superficie, y donde aparecieron botones de azabache de los que llevaban los peregrinos cosidos en el sombrero.

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Elementos aparecidos en Rodiles.

La cuestión es que esa cultura que nos rodea, y que pocos valoran, podría ser, además de una seña de identidad, un gran reclamo turístico, único en Asturias y un nicho (no me gusta mucho la palabra cementeril) de trabajo importante. No es verdad la tesis del Partidor de Pión, que en cierta ocasión dijo en una entrevista de radio: “Aquí el único turismo que hay son cuatro de la cuenca minera que vienen a Rodiles y no dejan nada en la villa”.

Sería señal de sensibilidad y cambio, que la primera vez en la historia que hay un Alcalde electo en las antípodas ideológicas de los anteriores, que se realizaran algunas medidas de cambio en este tema, no solamente la pequeña excavación que, por iniciativa de Cubera, se realiza en las inmediaciones de la Isla del Monesteriu con todo tipo de dificultades. Sería interesante que se promoviese una actuación en el ‘coroñu’ del Monte Rodiles, que por la plantación de eucaliptos y sus malvadas raíces está siendo machacado literalmente y es urgente acometer cuanto antes (ver el interesante artículo de Sergio Llana-Funez, de la Universidad asturiana); también el puerto que está a sus pies o los resto del cementerio romano-visigótico que hay en San Llorenti. No serían iniciativas demasiado caras.

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Estos también aparecieron en Rodiles.

No estaría de más, aún comprendiendo el tremendo esfuerzo que el Ayuntamiento está haciendo en la restauración del Atenéo Obrero, que tome medidas para la protección de la losa de los Arganticenos que está en Grases, a fin de que no pase lo mismo que con la estela desaparecida en la Cruz de Ñévares; tampoco estaría de más que se pusiese a buen recaudo la estela funeraria de jeroglíficos célticos que apareció en la rasa de Oles, o juntar los restos dispersos del sobrecogedor castro de Morión hasta que se excave. No son iniciativas onerosas.

Finalmente, no nos podemos olvidar del Muséu del Acebache, dos veces perdido o al menos hacer una exposición permanente, más modesta, en la Casona de los Hevia, en el lateral que de la calle de Nicolás Rivero. A lo mejor tiene razón Rogelio Estrada de que es necesario hacer un museo integral.