Opinión

Desórdenes y estrambotes

Durante mi etapa estudiantil, cuando mi madre creía que debía afrontar un examen muy importante tipo Selectividad o así solía poner una vela a algún santo, aunque no recuerdo si el investido con tamaña responsabilidad era siempre el mismo o variaba según la asignatura. Lo peor no es que lo hiciera, es que me lo contaba. Y yo, con esa templanza que me caracteriza, siempre le respondía lo mismo: “Gracias, mamá. Supongo que eso ya me exime de tener que estudiar, ¿no?”. En realidad, mi réplica era mucho menos sincera que su acción, porque ella solo pretendía poner lo celestial de mi parte y yo, en cambio, con cirio o sin él, no tenía ninguna intención de hincar los codos.

Leyendo una columna del gran Jabois me entero de que esta señora también se jacta de curar a quienes están hundidos en el desorden sexual y por ahí sí que no paso

En casa, pese a mi pasado como monaguillo, el menos religioso soy yo, aunque todos nos comportamos de igual modo cuando creemos estar enfermos: yendo al médico. En el caso de que los males que nos aflijan no sean físicos sino espirituales, ahí ya cada uno escoge a su manera. A mí me suele consolar echarle un vistazo a cualquiera de las victoriosas finales de Copa de Europa de mi Madrid (y tengo hasta 24 para elegir entre fútbol y baloncesto) o poner por enésima vez “La fiera de mi niña”, antídoto ideal contra cualquier flaqueza.

He sido educado en el respeto absoluto al que piensa diferente y no puedo esgrimir una conducta hiperracional que me habilite (tampoco lo haría) para afear las supuestas incongruencias de nadie en materia de creencias ni suelo escandalizarme con los pronunciamientos públicos a este respecto, independientemente de quien sea el emisor. Hay, eso sí, líneas rojas cabales que no se deben franquear y que la predicadora evangélica captada como telonera por el PP para un mitin reciente traspasó en casi su totalidad, lo que le ha valido el reproche generalizado.

Por mi parte, nada que objetar a su petición de que el Altísimo llene de amor al partido de Feijóo o que tome como modelo político a un tal Josías de Judá (del que nada sabía hasta que he mirado en la Wikipedia quién era), pero leyendo una columna del gran Jabois me entero de que esta señora también se jacta de curar a quienes están hundidos en el desorden sexual y por ahí sí que no paso. No es que sea yo un gran especialista en materia de sexo ni por vía teórica ni, muy a mi pesar, por vía empírica, pero desde mi escasa experiencia en el asunto la cosa casi siempre me ha resultado más divertida cuanto más desordenada. Y no me extenderé mucho sobre este particular por pudor y porque creo que ustedes ya me entienden, ¿verdad?

Resumiendo: si estamos malos, al médico sin dilación. Si requerimos apoyo espiritual, elijamos entre la amplia panoplia de alivios disponibles. Para lo académico, mejor estudiar que recurrir al santoral. Y si hablamos de cuestiones amatorias, que cada cual se busque la vida como quiera o pueda con quien se preste a ello. Pero que reine el desorden, por Dios (y la Virgen María).