Opinión

Llegará tarde

En mi pueblo, cuando llueve mucho, las calles se inundan, los vecinos temen por sus casas y negocios y se evacuan equipamientos escolares y sanitarios ubicados estratégicamente por gente muy sabia. Sí, ya se que estoy hablando de un emplazamiento del primer mundo en el siglo XXI, pero les juro que ocurre y cada vez con más frecuencia. Cuenta la leyenda que todo esto cesará el día que lleguen a buen puerto las obras de un ambicioso proyecto de defensa frente a avenidas extraordinarias ya aprobadas, pero que aún no han comenzado. Los magos y druidas del lugar aseguran que, pese al dramático aviso de 2010 y los once años transcurridos desde entonces, esto no ha sido posible porque las cosas de palacio van despacio, se juntó el hambre con las ganas de comer, no hay atajo sin trabajo, poco a poco hila la vieja el copo, no por mucho madrugar amanece más temprano, uno por otro la casa sin barrer, vísteme despacio que tengo prisa y otro buen montón de elaborados argumentos científicos del mismo porte, pero algunos díscolos y levantiscos contribuyentes replican que obras son amores y no buenas razones. Y en esas estamos. Qué fábula más tétrica, ¿verdad? Lástima que se parezca tanto a la triste realidad de unas perezosas administraciones que se han venido pasando la pelota y mareando la perdiz desde la confortabilidad de céntricos despachos y jugosos sueldos, mientras palmeros obsequiosos les reían sus putas gracias que tan caras nos cuestan. 

Como a los sufridos ciudadanos solo nos queda el derecho a pataleo y poco más, algunos con la paciencia más que colmada están preparando acciones de protesta que desde estas humildes líneas únicamente puedo apoyar. Pero sí me voy a permitir anticipar el futuro y hacer una propuesta a nuestros representantes, sean cuales sean los que entonces estén en el ejercicio del cargo en todas y cada una de las administraciones implicadas: cuando las obras culminen (que lo harán, faltaría más) evítennos a los parragueses la desfachatez de ceremonias de inauguración, corte de cintas, pitanzas con cargo al erario y pantomimas protocolarias varias y así evitarán también nuestra imperiosa tentación de mandarles a la mierda. Que la obra sea entregada y recibida conforme a los requerimientos técnicos pertinentes y punto, porque llegado ese momento no habrá nada que celebrar más allá del palmario ejemplo de una negligente dejadez mayúscula que arribará con unos cuantos años de retraso y una catastrófica inundación y tres evacuaciones hospitalarias tarde, como poco. Gracias anticipadas.