Opinión

Hay que ir a la escuela

Yo ando que no me poso con esto de discutir si los rapaces tienen que volver a la escuela o no, por culpa de un virus que va a durar hasta que venga otru a tomar el relevu. Entiendo el miedu porque soy madre, pero más miedu mi da tener un futuro aseguráu por analfabetos. Ya estoy viviendo un presente de faltosos maleducaos e ignorantes, si encima no saben leer ni contar, éntrami una angustia espantosa, de sudor fríu y opresión en el pechu.

Eso sin tener en cuenta que la educación básica en España (como donde vivo) es obligatoria, no una cosa que cada cual organiza según su agenda, gustos o fobias.

Decía un artículo en prensa que es más importante abrir discotecas que escuelas. Comprendo que cada cual mira su negocio, pero no hay nada más importante que la educación colectiva. Una sociedad que no se preocupa de la educación es una sociedad que se extingue. El dinero no lo da todo, y a veces no sirve para gran cosa. En España ha habido dinero a espuertas y se ha malgastado sin invertir en lo que de verdad importa: educación, cultura, investigación, industria. Y así nos va. Tampoco es de extrañar en un país que considera menos delito falsificar un diploma que robar una gallina.

No ha habido necesidad de abrir las escuelas para alcanzar el récord poco envidiable de ser el país de Europa con más contagios y peor valorado en la gestión de la epidemia. No creo que volver a las aulas cambie gran cosa en lo que a la enfermedad se refiere.

Muertos va a haber, los hay siempre, algunos días más que otros. Todos los días se mueren bebés, críos, jóvenes, adultos y viejos. Es el destino ineluctable de los que nacen.

Y de eso no vale la pena preguntarle a nuestro epidemiólogo nacional. Él es un “sabio” rodeado de otros “sabios” que tampoco lo son. Son todos unos mandaos, que explican lo que les conviene a los políticos de turno. Los especialistas españoles de prestigio viven fuera, donde se les tiene por algo más que soplagaitas. Sin contar que en lo que a este virus se refiere, los que de verdad saben declaran con humildad que saben muy poco y que habrá que ir viviendo con lo que se conoce y se tiene.

Eso implica volver al trabajo y a la escuela con las debidas precauciones, pero sin darle más importancia de la debida. Muertos va a haber, los hay siempre, algunos días más que otros. Todos los días se mueren bebés, críos, jóvenes, adultos y viejos. Es el destino ineluctable de los que nacen.

Si el mundo se acaba no será por culpa del virus, será únicamente la consecuencia de que nos hemos vuelto todos bobos, sin actividad cerebral.

En algunos poblados africanos, donde todavía queda un pelín de la sabiduría innata del ser humano, a la muerte se le da muy poca importancia. La justa. Sin embargo, los críos se pegan guantadas por recuperar cuadernos y lápices y quieren ser médicos y científicos que inventen vacunas contra los males que les asolan o maestros que aseguren un futuro lleno de posibilidades. Y eso que saben que bastantes no llegarán a la edad adulta y que la mayor parte no morirán viejos, pero eso es un detalle individual que no merma en nada su voluntad colectiva.

Veía hace algunos meses un reportaje de un rapacín en Mongolia, o en China, no me acuerdo bien, que recorría kilómetros diarios para ir a la escuela y llegaba todos los días con el pelu llenu de xelu. Pero no quería dejar de ir a aprender, solamente pedía un gorru y unos guantes. Da que pensar.

Si el mundo se acaba no será por culpa del virus, será únicamente la consecuencia de que nos hemos vuelto todos bobos, sin actividad cerebral.  El milagro de una especie que logró subsistir unos años con el encefalograma plano.