Opinión

El alcalde que tenía nombre de general

En los tiempos de las guerras púnicas, destacó entre los cartagineses que se enfrentaban al Imperio romano un general llamado Aníbal, que era considerado como un excelente estratega militar y que hasta sus enemigos le admiraban por su valentía y honestidad, hasta el punto de que fue capaz de cruzar los Alpes con una docena de elefantes para enfrentarse a sus adversarios en el norte de Italia.

Además de su nombre, el recientemente fallecido alcalde de Mieres recibió los atributos de valentía y honestidad que caracterizaron a su tocayo cartaginés y le añadió la coherencia, por lo que todos sus conciudadanos y el resto de asturianos que le conocían no dudaban en afirmar que fue el mejor y más querido alcalde del concejo del Valle del Caudal, donde obtuvo tres victorias consecutivas por mayoría absoluta, debido a su cercanía y a su sinceridad como gobernante, y a que no negaba las dificultades a sus paisanos ni se arredraba ante ellas.

El alcalde de Oviedo, con el que tuvo sentidas polémicas por el traslado de la Escuela de Minas; el rector de la Universidad, con quien negoció mejoras para el campus mierense, o el presidente del Principado, con quien compartió proyectos y vivencias y, por supuesto, también disidencias; le dedicaron las mayores alabanzas en los actos de despedida.

Lo cierto es que, como decían sus amigos y camaradas, “a Aníbal lo votan hasta los de derechas” porque sabían de su honradez pero, también, de su preocupación constante por los problemas del municipio y su determinación para, al menos, tratar de arreglarlos. Y cada cuatro años, los votantes de Mieres le regalaban una mayoría absoluta todavía más amplia que la del mandato anterior.

 No es casualidad, pues, que en su entierro, este antiguo sindicalista y dirigente vecinal la plaza del ayuntamiento mierense se quedaba pequeña para albergar a la gran cantidad de personas que acudieron a darle su último adiós y a rendir un homenaje sentido al alcalde de todos. Y tampoco es casual que muchos de los presentes lloraran sin consuelo durante los funerales de este hombre, que se fue todavía demasiado joven para dejar este mundo, ya que podía haber aguantado un par de mandatos más como me decía un amigo suyo y vecino de residencia. Con mayoría absoluta, por supuesto.

Aníbal Vázquez es y será un referente en la historia del municipalismo, no solo de Asturias sino de toda España.

El alcalde de Oviedo, con el que tuvo sentidas polémicas por el traslado de la Escuela de Minas; el rector de la Universidad, con quien negoció mejoras para el campus mierense, o el presidente del Principado, con quien compartió proyectos y vivencias y, por supuesto, también disidencias; le dedicaron las mayores alabanzas en los actos de despedida. Y no lo hicieron por aquello de que de los muertos siempre hay que hablar bien, sino porque era justo reconocer la calidad humana de una trayectoria. Y si de esa manera se expresaron sus adversarios políticos o, mejor, quienes militaban en otros partidos u organizaciones, qué decir de sus camaradas, viejos militantes del sindicalismo y de la izquierda que todavía le lloran unas semanas después de su desaparición.

El alcalde que tenía nombre de general hizo grande a Mieres de una manera extraordinaria al igual que su tocayo hiciera famosa a Cartago y pasaría a la historia por eso. Aníbal Vázquez es y será un referente en la historia del municipalismo, no solo de Asturias sino de toda España. No en balde, su nombre sonó en los escaños del Congreso de los Diputados para ensalzar su valentía y su honestidad.

Solo le quedó una pequeña frustración: que no se reconocieran como delito las graves imputaciones que le hicieron un grupo mezquino de mierenses que le atribuyeron percepción irregular de dinero para tratar de manchar su imagen con el objeto de que perdiera las elecciones. El juez absolvió a los intrigantes de calumnias, pero los votantes de su concejo le sentenciaron con otra mayoría absoluta. Y Aníbal quedó limpio de toda maledicencia. Como no podía ser de otra manera.