Da lo mismo que en la celebración religiosa del día de Covadonga esté o no el presidente del Principado, que el arzobispo de Oviedo marcará territorio ideológico y le acusará de no comulgar con sus ideas extravagantes y cercanas a la derecha del nacionalcatolicismo. El caso es tener a alguien al que reñir y a monseñor Sanz Montes se le dan muy bien las filípicas, que disfraza de argumentos teológicos y morales.
En esta ocasión, Adrián Barbón renunció a estar presente en los actos religiosos del día de Asturias, cansado ya de que el jefe de la Iglesia en la región le amoneste por las políticas que lleva a cabo y también, posiblemente, porque le dijeron que su sitio no era ese y que en un Estado aconfesional el presidente del Principado, por muy creyente que sea, no tiene que acudir a un sitio preferencial porque la religión es un acto privado.
Me da la impresión de que después de ser criticado en ausencia, Adrián Barbón y las autoridades asturianas no volverán a caer en la trampa del arzobispo
Pero Sanz Montes no tiene la misma idea de la copla y, como dice la canción que popularizó hace cincuenta años el cantante Emilio José, ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio y por eso le endilgó a la asistencia a la misa del 8 de setiembre una serie de pullas para que sepa que, aunque le dé la espalda en esa fecha tan significada, ahí está su eminencia para dejar claro quién es el encargado de hacerse con el mensaje en la festividad de la patrona de Asturias.
Al menos, el presidente asturiano no ha tenido la molestia de estar presente en la bronca arzobispal. Eso ha ganado y, con él todos los asturianos que pensábamos que el jefe de un gobierno elegido democráticamente no tiene por qué recibir las andanadas chuscas de una persona que es jerarquía eclesiástica por derecho. divino y no por voluntad popular.
El 25 de agosto se presenta como el día más apropiado para reivindicar el carácter de Asturias, cuando se rebeló contra la invasión francesa
Me da la impresión de que después de ser criticado en ausencia, Adrián Barbón y las autoridades asturianas no volverán a caer en la trampa del arzobispo, y si éste pretendía que con su homilía el jefe del Ejecutivo regional se arrepintiera y volviera al lugar del crimen el año que viene, tengo la sospechosa creencia de que no va a surtir el efecto deseado.
La interpretación política de los actos religiosos del Día de Asturias, que hay que hacerla aunque sea uno aconfesional, es que la repercusión de la palabra de Sanz Montes no ha sido tan prioritaria como la de años anteriores, por lo que la decisión de Barbón ha salid o beneficiada y, por otra parte, los que no creen no han tenido que sufrir la humillación de ver cómo al representante de todos los asturianos le afea un líder religioso su posicionamiento político.
Queda para la reflexión posterior analizar cuál debe de ser la actuación política en actos religiosos y me parece que la línea emprendida este año por el presidente del Principado es la correcta. En ese análisis es importante añadir un estudio de cuál sería la fecha más adecuada para celebrar la fiesta política regional. El 25 de agosto se presenta como el día más apropiado para reivindicar el carácter de Asturias, cuando se rebeló contra la invasión francesa. El debate está servido.