Opinión

Una capilla en un hospital

Capillas y hospitales

En el marco de la invasión religiosa de la vida cotidiana de los ciudadanos, me parece un ejemplo clarificador de esa intromisión, la instalación de una capilla católica en los centros hospitalarios de la región porque para aquellos que desean actos religiosos cuando están ingresados, se puede solicitar la presencia de un sacerdote en la habitación o de un rabino, si el susodicho es de religión judía.

No me vean como un enemigo de la religión, porque no lo soy

Es curioso que cuando se pone en marcha una instalación pública, los más fervientes admiradores de la fe de Cristo empiezan a plantear la necesidad de un lugar para el culto, con el fin de satisfacer las creencias de los que piensan en la existencia de un dios, llámese como se llame. Y a mí me parece que es fruto de un tiempo pasado en que la aconfesionalidad del Estado está por encima de las pretensiones de las sotanas.

Me gustaría preguntar a quien corresponda quien ha corrido con el coste de la construcción de las capillas

A lo que voy. En los centros hospitalarios públicos de Asturias existen capillas religiosas para el solaz y práctica religiosa de los que están ingresados o de sus familiares. Y por lo que a mí me cuentan los trabajadores y personas que conocen la situación, casi todos los días están prácticamente vacías, sin que la presencia de  objetos religiosos llame la atención de la clientela.

A propósito me gustaría preguntar a quien corresponda quien ha corrido con el coste de la construcción de las capillas Si el precio iba incluido en el total o alguien ha sido el mecenas de turno que se empeñó en pagar de su bolsillo la erección del centro religioso.

No pretendo ahora que se derriben las capillas que se han construido, porque sería un gasto innecesario, aunque si alguien reforma el hospital podría aprovecharse la circunstancia.

No me vean como un enemigo de la religión, porque no lo soy. En principio, me es indiferente la gente que tiene un dios privado porque hay que respetar las creencias de los demás. Pero, una cosa es la vida privada de cada uno y otra la existencia en un centro público, es decir, de todos, de elementos perturbadores de la convivencia social.

Podría utilizar el cinismo de la indiferencia para decir que una capilla es lo mismo que una pista de pádel. Pero, no, entre otras cosas porque un lugar para la práctica de este deporte nadie en su sano juicio desea incluirlo en el proyecto de construcción de un hospital, o de un centro educativo, donde cada uno adora al chamán que le dé la gana.

No pretendo ahora que se derriben las capillas que se han construido, porque sería un gasto innecesario, aunque si alguien reforma el hospital podría aprovecharse la circunstancia. Pero quiero llamar la atención de una utilización pública de una creencia privada. Y porque lo dice el sentido común.