Por mucho que nos insistan los medios de comunicación asturianos que intercambian sus halagos por publicidad pura y dura y por mucho que el Gobierno municipal de Gijón se instale en la autocomplacencia y afirme que el llamado Paseo Gastro durante las fiestas de Begoña, es decir, la acumulación de puestos de venta de hostelería en pleno suelo público y céntrico de la ciudad haya sido un hito y además va a tener continuación y extensión a otras partes de la villa, lo cierto es que hemos visto durante más de una semana cómo la cutrez se impone como excelencia turística para desesperación de los verdaderos profesionales y auténtica vergüenza de quienes están ya ahítos de complicidades entre chigreros con pretensiones y políticos de segunda fila para deteriorar la imagen de la población más habitada de Asturias.
El cliente que acude a esta ceremonia de la confusión pensando que está presente en la exquisitez turística de la ciudad se lleva un chasco y se siente estafado
El invento de los gobernantes gijoneses no solo no ha mejorado la vistosidad de una ciudad en fiestas, sino que ha elevado el chabacanismo a modelo a seguir durante el ocio de los asturianos pensando que, si llenamos las calles de la ciudad de casetas y terrazas al modo OTEA, el personal va a comulgar con ruedas de molino, por muchas alabanzas que los protagonistas de este engendro se autoinfligían en los papeles oficiales y en nuestros periódicos de cabecera.
Decidme, pues, si unas casetas en las que no hay camareros para servirte las viandas en la terraza y tenga que ser el cliente de turno quien recoja las mesas y acuda a la barra para pedir la comanda y llevarla luego al sitio en que han decidido sentarse no es una extorsión como la copa de un pino y un autoservicio claramente denigrante, porque, por otra parte, los precios son más elevados que en el resto de la hostelería local.
Y si, además, las consumiciones se sirven en vasos de plástico aduciendo no sé que milongas de que los de cristal pueden romperse (como si las botellas de cerveza fueran de materia irrompible), provocan, además, en el consumidor una sensación de timado, igual que la de una persona que le pegan un sablazo a la hora de comprarse unos pantalones con garantías. El suelo, queda, por otra parte, más sucio que un día de polvareda y tormenta, y el resultado medioambiental de la experiencia es no solo negativo, sino casi hasta merecedor de sanción administrativa.
Parece que la oposición local, si bien muy prudentemente, ha empezado a sacar la cabeza para mostrar su malestar por el engendro.
El cliente que acude a esta ceremonia de la confusión pensando que está presente en la exquisitez turística de la ciudad se lleva un chasco y se siente estafado. La verdad es que esta cutrez es de mayor calado que cuando el Jaja improvisaba un tenderete en cualquier parte de la ciudad y desplumaban a los incautos que le apostaban al trilero dónde estaba el billete. Pero es que el rubio de El Llano, con el dinero que obtenía, invitaba a los amigos después a más de una francachela y en el Paseo Gastro solo ven un duro los de siempre.
Y nos amenaza la autoridad consistorial con extender el evento gastronómico a otras zonas de la ciudad, evidentemente en suelo público y cerca de otros establecimientos para que recojan la segunda ronda de las comandas, a pesar de que el sentir general de los ciudadanos está oculto por una amalgama de publicidad, noticias interesadas y conspiraciones varias que estremecen a los que buscan vivir en una ciudad sostenible.
Parece que la oposición local, si bien muy prudentemente, ha empezado a sacar la cabeza para mostrar su malestar por el engendro. Es verdad que los beneficiarios del asunto son un sector poderoso, pero con pies de barro y si se insiste en que los cuatro de siempre van a llevarse todo el botín, mientras que los chigreros de barrio que pagan sus impuestos y al personal se quedan con la cara de que alguien les ha marchado sin pagar y con un pufo de tres pares de cojones, imaginémonos lo peor, que será para el año que viene.