Opinión

El Cromosoma 21

El otro día, expresión que se utiliza cuando no se puede precisar la fecha y hora en que ocurrió, pude presenciar, por razones que ahora no vienen a cuento, la emisión en directo de un programa radiofónico en el que participaban un grupo de personas jóvenes aquejadas de eso que ahora se llama en políticamente correcto disfunciones psíquicas, y comprobé lo extraordinariamente bien que se manejaban en el medio y su enorme capacidad para transmitir lo que sentían.

Aunque todavía es necesaria mucha pedagogía y  faltan recursos y apoyos para que el objetivo de igualdad para todos se cumpla

Es evidente que el trabajo con estas personas ha evolucionado mucho afortunadamente y ya no se les considera un lastre para la sociedad, sino que se pueden extraer sus mejores cualidades y además en perfectas condiciones como si no padecieran problema alguno, lo que hay que atribuir a los padres concienciados que se asocian para encontrar lo mejor para sus hijos, así como a las organizaciones que se encargan de articular las propuestas que empoderen a los afectados y, porqué no, también, a las organizaciones políticas, sindicales, ayuntamientos y gobiernos que las hacen posible.

Antiguamente cuando a muchas de estas personas, entre las que se encuentran hombres y mujeres con carencias en el cromosoma 21, que es el que produce el síndrome de Down, se les planteaba la necesidad de ser útiles a la sociedad, los propios complejos de los ciudadanos les relegaban a funciones excesivamente secundarias y en el mundo del lenguaje les llamábamos mongolinos, un calificativo entre tierno y cruel, pero que reflejaba a las claras la injusticia de una sociedad discriminatoria.

Ya quisieran muchos políticos, sacerdotes o sindicalistas estar a su altura.

Aunque todavía es necesaria mucha pedagogía y  faltan recursos y apoyos para que el objetivo de igualdad para todos se cumpla, es cierto que se han producido importantes avances y da gusto ver a estas personas que no se arredran ante las dificultades, sino que conscientes de sus supuestas limitaciones trabajan sin complejos y con alegría para superarlas.

Por eso para mí fue, no solo una sorpresa (porque yo conocía en parte el mérito de la asociación que se encarga de conseguir que esas personas sean libres), sino una enorme satisfacción comprobar la desenvoltura de sus intervenciones en la radio, la agudeza de sus  preguntas y reflexiones y la rapidez mental para sortear algún problema del directo.

Me parece absolutamente imprescindible difundir al máximo este trabajo de las personas con disfunciones psíquicas y exigir a las autoridades y responsables que pongan el máximo de atención y de apoyo para que el proyecto encabezado por los padres de estas personas, pero también por sus profesores no decaiga y continúe avanzando en su desarrollo.

Salí muy reconfortado de la experiencia y con el corazón encogido al ver como estos chavales y chavalas encaraban su futuro personal, sin ningún tipo de inferioridad y con ganas de aportar lo mismo que los demás a la evolución de su entorno. Es posible que tengan carencia de algún cromosoma, como dicen los científicos, pero le sobran aptitudes y capacidades para enfrentarse al mundo exterior con garantía. Ya quisieran muchos políticos, sacerdotes o sindicalistas estar a su altura.